Capítulo 144

“¿Quién anda ahí?“, la risa repentina de Soraya cortó el accionar de aquel hombre. Justo cuando agarró a Herminio y giró la cabeza, sin tiempo de procesar lo que ocurría. Ella, como un torbellino, se lanzó hacia él, elevando una pierna y apuntando directo a su frente.

Solo se pudo oir un sonido estrepitoso. El hombre solo sintió su frente como si un hierro lo golpeara, el dolor intenso le mareó, haciéndolo tambalear; entre el dolor, soltó a Herminio. Éste último cayó al suelo, sintiendo sus huesos casi desmontarse por el impacto.

Aprovecharse del débil, ese era el momento. Soraya, sin perder tiempo, le dio otra patada, lanzándolo por los aires con un estruendo. Por pura coincidencia, el hombre se estrelló contra la barandilla del techo, quedando atrapado, sin poder entrar ni salir.

Aturdido, sin siquiera ver a quien lo había atacado, él recibió otra patada en el trasero por parte de ella. Entonces, con un silbido, el cuerpo del hombre, como una polilla hacia la llama, se lanzó fuera del edificio cayendo hacia abajo.

Los otros dos quedaron petrificados ante la acción de Soraya, ¿quién era esa mujer? Con apenas tres patadas había dejado fuera de combate a su jefe, sabian que su jefe era conocido por su fuerza y habilidades en artes marciales, pero ni siquiera tuvo la chance de defenderse cuando fue atacado. Recobrando el sentido, sacaron sus armas y le dispararon a Soraya sin dudar, pensaban que, con disparar, ella no tendría escape. Pero ella, al verlos. disparar, sonrió; sus ojos se concentraron, emanando un brillo peculiar.

quedaron suspendidas en el aire por el brillo, sin avanzar ni un

varias veces más. Pero el resultado fue el mismo, las balas se

Soraya finalmente dejó de jugar: “Ya se divirtieron, ahora me toca a mi“, y con una sonrisa mortal, ella se lanzó hacia ellos.

mano herida, solo podía usar sus pies. Gritando, ella los atacó con una serie de patadas rápidas como el rayo; los sonidos de huesos rompiéndose resonaron y los hombres

pero su cuñada, sin un rasguño, ni siquiera una mancha de polvo ¡Era como una diosa!; con la sangre hirviendo de admiración, la miraba como

su preocupación había sido innecesaria, ¿cuántos secretos más

día había visto algo increible; se preguntaba si tener a alguien tan poderoso era bueno o

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sobrenaturales de su señora, sintieron que su

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