Capítulo 19

Raul ya había llegado solo en su carro al lugar indicado por los secuestradores. Se bajó del carro, arrastraba el dinero, 2 millones de dólares, entró al almacén y exigió que las liberaran.

El jefe de los malhechores, al que le decían el Monkey‘, tenía una cicatriz prominente en su cara, se veía aterrorizante. Sacó un par de fajos de billetes para verificar su autenticidad, con sus ojos brillando de codicia cuando confirmó que era dinero real.

“Sr Guzmán, eres un hombre muy rico. Si hubieras llegado antes, la Srta. Bécquer no habría tenido que sufrir tanto“. Hizo una señal a sus hombres y liberaron a Silvia de inmediato.

Cuando ella fue liberada, se lanzó a los brazos de Raúl, llorando: “Raúl, ¿por qué llegaste tan tarde? Creo que me rompi la pierna, me duele mucho, dijeron que, si no llegabas pronto, me iban a hacer daño…”

Raúl la abrazó, tratando de consolarla, pero sus ojos estaban fijos en Clará, que estaba a poca distancia de ellos.

Clara luchaba por liberarse, estaba con la boca amordazada, no podía decir una palabra. Ella conocía muy bien a Raúl, para él, sacrificarla por poder no significaba nada.

Raúl no decía nada, solo la miraba luchar hasta que la esperanza en sus ojos comenzó a desvanecerse.

El Monkey rió maliciosamente, levantó la barbilla de Clara con un cuchillo: “Sr. Guzmán, esta mujer es muy hermosa, vale al menos 200 mil dólares, ¿no? Eres tan rico, deberías salvarla también, si no, va a tener muy mala suerte“.

mil dólares no era una suma que Raúl no pudiera pagar, pero no podía pagar

se enteraba y rompia su compromiso con él, todos sus años de esfuerzo habrían sido en vano, por lo que él eligió el poder sobre

había anticipado ese final cruel e insensible, sus ojos se

despiadado, fingió no verla, llevó a Silvia al carro, ella le tiró suavemente de la camisa

Raúl no respondió, solo

a llorar de dolor: “Me duele… Raúl, llévame al

en el carro, cuando se puso de pie, miró el almacén

‘Clara, no me odies!‘

carro, arrancó y se fue, temiendo que, si se retrasaba un segundo más, se

En el almacén abandonado.

y maldijo: “Es una mierda que no vale nada, ni siquiera vale 200 mil dólares. Entonces, supongo

sus hombres que se movieran, recordándoles: “¡No olviden lo que

Nunca habían visto a una mujer tan hermosa y seductora como ella, era incluso más

ella habría esperado que Raúl mostrara algo de piedad, pero a partir de ese

movimientos, de repente, se escuchó un sonido

asustaron.

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