Capitulo 66: el Compromiso de Altana.

En el Hospital General de Coralia,

Era una mañana tranquila cuando un hermoso ramo de flores llegó a la habitación de Valentina en el hospital.

Al ver el nombre en la tarjeta, ella murmuró con sorpresa:

—¿Álvaro Soto?

En ese instante. Santiago irrumpió en la habitación y, al escuchar el nombre de Álvaro, su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y molestia.

Se acercó rápidamente, tomó con brusquedad la tarjeta y las flores, y las arrojó al basurero.

Valentina, desconcertada, intentaba procesar la reacción de Santiago. De pronto, recordó el rostro de Álvaro, inquietantemente parecido al de su esposo.

Justo cuando estaba a punto de preguntar sobre ello, el teléfono de Santiago empezó a sonar.

Al ver el nombre de «Álvaro Soto» en la pantalla, Santiago colgó de inmediato.

Un minuto después, un mensaje de Álvaro llegó:

[Estoy aquí abajo, en el hospital. ¿Quieres que suba a verte y a saludar a Valen?]

“¿Valen? ¿Así le llama él?»

Con una mirada de ira contenida, Santiago salió apresuradamente de la habitación y marcó un

número en su teléfono.

La llamada fue contestada al instante.

-Holis, hermano…

esperaba en su Ferrari rojo, con una sonrisa de

que este atractivo personaje de la industria

cuarto hijo de la Familia Mendoza.

pronunciado la palabra «hermano», cuando

severidad:

me interesa lo que hagas en Coralia. ¡Vuelve a Guadalajara

una sonrisa

he terminado de disfrutar aquí. Ayer conocí a una mujer fascinante en el concurso de joyería. ¿Y si

en el volante, esperaba provocar a

logró. Santiago respondió con un

se te ocurra

era una llamada telefónica, Álvaro podia sentir la furia en la voz

tanto

decidió no decir

hacia el hospital, Álvaro reflexionaba. Era raro ver a Santiago tan preocupado por

eso solo

había pasado una semana en el hospital y, finalmente, recibió el alta

su hogar en la Villa de Los Pinares,

urgencia.

su casa,

y, en particular, el señor

cien millones de dólares, eclipsando incluso a las noticias sobre la campeona Valentina y

fortuna del señor Mendoza, y

deseo de

recordar sus encuentros con el señor Mendoza. Se lo

pero quizás con

incluso parezca un mono», pensó con desdén, cerrando

su teléfono

el nombre de Marc en

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