Diario de una Esposa Traicionada

Capítulo 5

Me quedé petrificada. Como buscando confirmar algo, revisé el correo una y otra vez con cuidado. Si, era eso. Andrea, había sido designada como la nueva directora de diseño, mi jefa directa.

“¿Cloé, la conoces?”

Al ver que mi expresión era de extrañeza, Leticia movió su mano frente a mis ojos y compartió su sospecha.

Dejé el teléfono y le dije: “Si, es la hermanastra de Isaac de la que te hablé antes.”

Después de graduarnos, todos tomamos rumbos distintos, pero Leticia y yo, que éramos muy unidas desde la universidad, decidimos quedarnos en Puerto Nuevo y no irnos a ningún lado.

Leticia chasqueó la lengua y se quejó: “¡Vaya, es una enchufada!”

No dije nada. Pensé, que no era solo una enchufada cualquiera.

“¿Isaac perdió la cabeza o qué?”

Leticia no paraba de quejarse, defendiéndome: “¿Por qué? Nunca había escuchado de tal persona en el circulo de diseño, y mira a Isaac, con un gesto le da el puesto de directora. ¿Y tú? ¿Dónde te deja eso…?” “Basta ya.”

Corté su charla, diciendo suavemente: “Eso no importa, si él quiere dármelo, bien…”

la empresa, no valía la pena sacar ese tema. Para evitar que alguien lo usara para hacer un escándalo.

“¿Tienes algún plan?”

de la cafetería y al ver que no había nadie alrededor, me

le

“Vamos, Cloé, dime.”

pero aún no

y nunca había cambiado de empresa. Montes Global Enterprises era más como mi zona de confort. Si realmente me fuera, quizás necesitaría algo o algún evento que me empujara. Regresando a la oficina, me sumergi en el diseño de una edición limitada para el Año Nuevo, sin tiempo ni

asistente Nerea Meléndez entró, dejando un café en

y le

bocetos y confundida me preguntó: “¿Cómo puedes mantenerte tan tranquila para diseñar? Me enteré que la que llegó de arriba ni siquiera

sin saber qué decir. ¿Molestarme? Por supuesto que sí. Pero no podía decirle eso a una

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Capitulo 5

subordinada.

“¡Atención señores!”

repente, se escuchó movimiento fuera de la oficina y César nos reunió a todos. A través

con un traje oscuro hecho a medida, con una mano en el bolsillo, su sola presencia emanaba una frialdad