Capítulo 9

Sabía que Isaac me estaba esperando y ella, que solo buscaba un aventón, terminó sentándose en el asiento del copiloto.

Quería darme la vuelta e irme, pero la razón me persuadió a quedarme y le extendí la mano a Isaac diciéndole: “Las llaves del carro.”

Isaac no dijo nada y solo puso las llaves en mi mano.

Rodeé el carro y me senté directamente en el asiento del conductor, bajo la mirada dura y sorprendida de Andrea, le sonreí y le dije: “¿Qué tiene de malo? Tú eres como una hermana para Isaac, compartir un viaje es lo más normal del mundo.”

Luego, miré hacia Isaac que estaba fuera del carro y le dije: “Vamos, sube rápido, tu abuelo seguramente ya nos está esperando.”

El viaje transcurrió en silencio. Tan silencioso como si estuviéramos en un ataúd. Andrea quería hablar con Isaac, pero probablemente porque tenía que girar constantemente la cabeza, parecia un poco antinatural.

Quizás notando mi incomodidad, Isaac de repente abrió una botella de bebida y me la pasó diciendo: “Jugo de mango, tu favorito.”

-Tomé un sorbo, frunci el ceño levemente y se lo devolvi mientras decía: “Está demasiado dulce para mí,

bébelo tú.”

Últimamente prefería las cosas ácidas, antes, si algo no me gustaba, aun así lo comía para no desperdiciar.

Pero en aquel momento, no podía forzarme ni siquiera a un bocado.

nada más y simplemente aceptó de nuevo la

boca está llena de bacterias,

pude evitar reir y dije: “Según tú, ¿dormir juntos en la noche es aún más

refería por lo que respondió: “No pensé que ustedes, a pesar de

respondió con frialdad.

hacía pensar que realmente la detestaba. Parecía ser el modo de relación al que ambos estaban acostumbrados, Andrea replicó con sarcasmo:

nadie le importa.”

“Claro, claro.”

boca y su mirada se tiñó de diversión mientras decía: “No sé quién fue el que en noche de bodas, al oir que yo tenía

de cruzar la marca de peatones. A través del espejo retrovisor, miré fijamente el rostro

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Capitulo 9

que la nariz y los ojos se me irritaran,

delante de mi, dijo:

¿fuiste a

corazón se revolvieron y casi no puedo controlarme. A pesar de que en aquel momento Isaac y yo teníamos

Ricardo Montes, su abuelo. Al principio, éramos como extraños, y nunca tuve la oportunidad de preguntarle a dónde habia ido esa noche. Esa cuestión quedó pendiente. Pero en aquel momento, Andrea, sin previo aviso, saco esa espina de mi corazón, clavándola aún más profundo. Mi vista iba y venia

“¿No le habías dicho a Cloé

tampoco era tan buena, teniendo que esconderle

Isaac, con

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