Capítulo 20

El hombre tenía una estatura imponente, y el sol anaranjado del atardecer filtrándose por el ventanal lo bañaba, creando un halo de luz que suavizaba su aura de distancia. Bajó levemente la mirada, sus manos esbeltas y definidas manejaban con destreza los ingredientes.

Ese momento, de alguna manera, evocaba una sensación de paz y tiempos mejores.

Quizá sintiendo mi mirada, volteó hacia mí y sonrió ligeramente: “¿Qué miras tan fijamente?”

“Solo queria verte.” Respondi con franqueza.

Mirar a mi propio esposo, no tenía nada de malo.

Además, realmente era un hombre de gran atractivo, como si fuera una obra maestra meticulosamente esculpida por Dios.

Estaba a punto de hablar cuando el teléfono en su bolsillo empezó a sonar.

Estaba ocupado preparando pescado y no podía usar sus manos por lo que me dijo: “Amor, ¿puedes contestarlo por mi?”

“Claro.”

Me acerqué a su lado, y al intentar meter la mano en su bolsillo, sentí cierta incomodidad. Nuestra intimidad solía ser en la cama. Fuera de ella, nuestro trato era más bien de respeto mutuo. Notando mi hesitación, me miró de reojo y bromeó: “Llevamos años casados, ¿de qué te avergüenzas? Solo es el teléfono, no es ‘eso’ lo que te estoy pidiendo que agarres.”

“No es eso…”

calentaron levemente, y con cuidado metí la mano para sacar el teléfono, procurando no tocar nada inapropiado.

saqué el teléfono y al levantar la vista

era de César, contesté y luego acerqué el teléfono a su oído, él

puede hablar

“Señora.”

reconocer mi voz, hizo una pausa antes de responder: “No es nada urgente, solo quería confirmar una cláusula del contrato con el presidente, puede esperar

dimos mayor importancia a

somnolienta, y después de cenar, mientras Isaac me acompañaba a caminar por el jardin para hacer la digestión, ya me sentía adormilada. Subi a darme una ducha, y en cuanto me acosté, cai profundamente dormida. Había logrado un sueño tranquilo, pero

ruidos provenientes del balcón.

severa de Isaac: “¡Si quiere morirse, dale un cuchillo! ¡Si hay que llamar al 911, llámalo! ¿Qué

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Se a

tantas

más?”

que no me divorciaré. ¡Que

al final, su voz se torno aún más baja: “Pero asegúrate de que

cuidarla.”

esa última parte la escuché de

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