Capítulo 31

Era más de las dos de la madrugada cuando me di cuenta de la hora. Él había salido del trabajo con Andrea. ¿Cómo terminó yendo a tomar con Thiago y los demás? Por lo que decia Thiago, Andrea ni siquiera estaba allí. Intenté llamarlo otra vez, pero su teléfono estaba apagado ya que probablemente. se había quedado sin batería. No tuve más opción que cambiarme y salir, tomé un taxi hacia su lugar de encuentro habitual, un club privado. Cuando llegue casi todos ya se habian ido. Solo quedabant Thiago y David en la sala privada. Y alli estaba Isaac, vestido con un elegante traje a medida, con las piernas cruzadas, durmiendo plácidamente en el sofá

Al verme, Thiago mostró una expresión de resignación: “Cloé, no sé qué le pasó a Isaac hoy. Se puso a beber con David sin parar, no había quien lo detuviera.

Intuí la razón detrás de eso. El seguía tercamente creyendo que algo ocurría entre David y yo. Al parecer todos los hombres eran así, pueden hacer lo que quieran, pero nunca permitirían el menor indicio de infidelidad por parte de sus esposas. Aunque esa sospecha fuera completamente infundada.

Miré a David, quien estaba sentado a un lado, luciendo su habitual elegancia y amabilidad, luego le dije: “¿Te encuentras bien? Traje algo para la resaca, ¿quieres tomarlo?”

Probablemente también había bebido bastante y sus ojos estaban vidriosos.

“Si.”

David recuperó algo de lucidez, me miró, con las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes, como un niño esperando un dulce. Le entregué la medicina en su mano y le pasé un vaso de agua diciéndole: “Siento mucho que él te haya hecho beber hasta este punto.”

me lo recuerdes. No sé qué le pasó, Isaac lo incitaba y

sin darme tiempo a pensar, me pasó

“Si.”

el olor a alcohol, y le

ceño, molesto, y al

suyas. Sus

más tonta, parecía orgulloso mientras decía: “Mira cuñada, menos mal que no llamé

mi mano, pero Isaac, incluso más terco en su embriaguez que cuando estaba sobrio, no se movió en absoluto. Así que

a subirlo al carro antes de volver a buscar a David, que también había bebido de más. Al entrar, lo primero que hice fue bajar la ventana. Nunca me había molestado el olor a alcohol, pero esa noche me resultaba especialmente insoportable. A

noche y aún molesta por lo ocurrido durante el día, pisé el

los baches, murmuro: “César, ¡más

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ir más lento.” Lo dije sin pensar

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