Capítulo 103

Aunque ya no quería seguir casada con Isaac, escuchar las palabras tan firmes de Ricardo defendiéndome me calentó el corazón.

Isaac, con los labios apretados, dijo: “Es verdad que le fallé a Cloé, pero nunca pensé en casarme con

otra.”

“¿Cómo que no pensaste? Si no lo pensaste, ¿por qué Cloé se divorciaría de ti? ¿No es porque la decepcionaste completamente?” Ricardo no creyó ni una palabra.

Isaac, apoyándose en el respaldo de su silla de ébano, se levantó lentamegte afirmando: “La verdad es que no lo había considerado. Pero en lo que respecta a Andrea, no puedo simplemente ignorarla, después de todo, está embarazada.”

“¡Qué generoso eres!” Le dijo irónicamente Ricardo y le lanzó una taza de café.

Isaac no se movió, recibiéndola de lleno en la frente, de donde pronto comenzó a brotar sangre. Sin embargo, su expresión no cambió, dijo seriamente: “Le prometi a Victoria que la cuidaria.”

Claramente cada vez más insultado, Ricardo le reclamaba: “¿Y qué hay de Cloé? Con todos los rumores corriendo por la empresa, al traer a Andrea a tu lado, hiciste que todos vieran a Cloé como la otra, ¿cómo puedes justificarte ante ella?”

A lo que Isaac contestó: “Ella… es mucho más fuerte e independiente que Andrea, no se deja influenciar fácilmente por los demás, ni le importan esos rumores sin fundamento.”

imaginé que sería elogiada por Isaac en tales circunstancias. Sus palabras me llenaron de una profunda amargura. No naci fuerte e independiente, también fui como una flor en un invernadero. Solo más tarde, sin otra opción,

en la razón por la que él me había

el techo de su tia, cuántas miradas despreciativas tuvo que soportar? Si no fuera fuerte e independiente, ¿a quién podría recurrir? ¿A ti, a este esposo que le rompe el corazón cada dos por tres?” Isaac, con los ojos repentinamente oscurecidos,

estas cosas contigo. Pregúntate si

con los labios apretados, dijo: “Me encontró una buena esposa,

a mi, decepcionaste a

La última frase de Isaac giraba en mi corazón, dejándome un sabor amargo. Tal vez todos los adioses pacíficos

repente, la puerta del estudio se abrió. Vi a Isaac apoyándose en el marco de la puerta, y me di cuenta de que habia adelgazado en esos días, sus ojos y cejas se veían más profundos. Su espalda, siempre erguida, se curvaba

ser más dura, pero al

sonrió ligeramente, con una mirada tierna: “¿Te preocupas por mi?”

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Capitulo 103

seguido agrégué: “Si el perro del jardin se lastima, también preguntaria.”

medicina al perro?” Me miró

Asenti: “Si, claro.”

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