Diario de una Esposa Traicionada

Capítulo 320

No podia escuchar. Pero ella hablaba tan despacio que podía reconocer las palabras por el movimiento de sus labios. Antes de que pudiera desviar la mirada, una figura pasó rápidamente por mi lado. Era Luis. Poco después, se escuchó el ruido de algo rompiendose en la sala, seguido de discusiones apenas audibles. Escuché mi nombré y también el de Isaac. Y algo sobre rumores en internet.

Finalmente, una voz furiosa de Luis resonó: “¿Ella es caprichosa y tú también tienes que hacer tonterías?

arrodillada afuera bajo la nieve y que se entere la gente…”

la que si

La nieve, de repente, se detuvo.

Me tomó un momento reaccionar, solo para darme cuenta de que

una sombra cubría mi cabeza.

Al mirar hacia arriba, vi un gran paraguas negro y los profundos ojos marrones de Camilo. Sin expresión alguna, me extendió el paraguas preguntándome: “¿Puedes sostenerlo?”

Froté mis manos, que también estaban empezando a entumecerse y le dije: “Puedo…”

Antes de que pudiera terminar, el mango del paraguas ya estaba en mis manos. Al instante siguiente, el hombre con la chaqueta de cuero negro se arrodilló en el suelo, me levantó en sus brazos sin decir una palabra, y luego se puso de pie lentamente. Avanzó con pasos inusualmente largos y rápidos.

salieron tras nosotros. Lorena habló primero: “Camilo, ¿no habías ido a

a ver

no se detuvo: “En vez de preocuparte por mi, deberías pensar cómo

a alguien de la familia Monroy sin siquiera avisamos a Luis y a mi?”

lo que quiero sin avisar a nadie siempre ha sido mi

muy atento, bajó del auto y abrió la puerta trasera

“Espera.”

cerrar la puerta, Lorena agarró el

dentro del

mundo totalmente diferente al

er tu

momento y luego miré a Lorena con frialdad diciéndole: “No tengo interés en

el resultado iba a ser el mismo, mejor seguir

se cree? Parece tan inocente, entre divorcios y diseñar vestidos para Abril, pero detrás de todo eso solo

hacia Camilo diciéndole: “Camilo, hoy no puedes llevártela, pase lo que

te estoy dando un poco de respeto, tu mano apenas se

aún agarrada a la puerta del auto y con una sonrisa indiferente en los labios agregó: “Pero ya sabes, siempre he tenido poca paciencia. Tres, dos…

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