Capítulo 373

  1. El mayordomo respondió.

Era evidente que esa Vanesa definitivamente era falsa. Vanesa’ entró en pánico y sus oscuros ojos brillaban con lágrimas. Miró hacia mi, luego a Lorena y Abril, y finalmente se arrodilló ante Camilo cont un golpe diciéndole: “Camilo, por favor, perdóname!”

“No debería haber albergado esperanzas vanas, no debería haber intentado engañar…””

Camilo siempre había tenido poca paciencia con los demás, por lo que frunció el ceño y le dijo: “Ve y pidele a quien te envió que te perdone.”

“Yo…”

Cuando ella intentó mirar hacia otro lado, Lorena la reprendió: “Viejo, jsácala de aquí ya! Fabiola, yo diría que no hay por qué mantenerla, mejor devolverla por donde vino.”

La matriarca entrecerró los ojos, brillando con una luz aguda, sin seguir la conversación y solo miró a Camilo mientras le decía: “Camilo, el informe de identificación del extranjero, supongo que ya está disponible, ¿no?”

“Ya llegó, justo a tiempo.”

asintió y levantó la muñeca para mirar su

matriarca suspiró

sala de deliberaciones estaba tan silenciosa que se podia oir caer un

como un tambor. Las palmas de mis manos se humedecieron con el

Camilo y de repente dije “Aunque los informes de dos instituciones sean diferentes, ¿qué prueba eso? ¿El del extranjero tiene que ser correcto?

carcajada y le dijo: “Te preocupas demasiado, la identificación en el extranjero se completo bajo vigilancia, incluso copié los videos de

así intento mantener la compostura: “Es raro que hayas sido tan

en silencio. Mientras la miraba, senti una especie de tristeza. Ella me rechazaba asi. Y mi aversión hacia ella,

Camilo salió a contestar una llamada y a través del ventanal, sus labios se hacia abajo ligeramente.

curvaron

después de colgar, alguien le entregó un informe. Lo tomó y se acercó a la matriarca: “Abuela, ya sé el resultado, mira tú misma.”

eso. El resultado era evidente. Mientras miraba hacia la matriarca, como si estuviéramos conectadas por telepatia, ella también me miró, llenando sus ojos de cariño. El último anciano que me miró así fue Ricardo. La matriarca, con las manos temblorosas, estaba a punto de abrirlo cuando de repente se dobló de dolor y escupió sangre. No sé si fue mi

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