Domesticame! Mi pequeña y gran Elia

Capítulo 248

Elia estaba tan nerviosa que se disculpó de inmediato “Lo siento, Sr. Griera, no sabia que vendrías”

Rápidamente se agarró del marco de la puerta y la abrió.

Asier, con la mirada baja, se aparto de ella y entró. Pasó junto a ella y el frio ambiente a su alrededor de repente golpeó la cara de Elia como una ráfaga de viento frio, asustándola

Bajo la cabeza y ni siquiera se atrevió a mirar la ropa de Asier.

Eso le daba miedo.

Bruno entró detrás de él y al ver a Elia, dijo en voz baja: “Srta. Sauri, no sabia que ya estabas aqui, qué coincidencia”

Elia sonrió avergonzada Bruno, eres demasiado amable.”

En la sala de reuniones.

Toda la alta gerencia de la empresa estaba sentada a los lados de una larga mesa de reuniones, con Asier en el lugar principal

Vestia un traje hecho a medida de color negro puro, incluso los puños del traje destilaban una inmensa imponencia. Su gran figura se sentaba comodamente en la silla de piel negra su presencia era poderosa.

Incluso el presidente de esta empresa, Sergio, solo podia sentarse debajo de l

Todo el mundo contuvo la respiración y fue muy cauteloso.

computador

pie y

la mesa de reuniones tenían una cara extraña y

se quedó perpleja, ¿qué estaba pasando? ¿Que

estaba confundida, la mirada profunda de Asier cayó sobre

misteriosa, era como el cielo nocturno,

a latir rápidamente, habia hecho algo malo? ¿Por qué la miraba

le daba

boca

todavia no entendia lo que estaba

tuvo que indicarle lo que pasaba. “Srta. Sauri, te

se volted inmediatamente hacia la pantalla grande, que mostraba una foto de Peppa

se habia equivocado de USB!

su rostro se puso rojo.

USB y lo cambió por la correcta, de forma desordenada.

equivoque de USB, ya está

cambiar el USB, la pantalla grande comenzó a mostrar el contenido

de reuniones la miraban con una mirada

que era la nueva secretaria, dijo de manera poco amigable. Srta. Sauri, esta es una reunión de

la cabeza apresuradamente y se disculpo. Lo siento, prestare mas atención

a Asier con una sansa Sr. Griera, hemos

miraban agudamente a su pecho,