Capítulo 396

Pero, el hecho de que él se alejara hacia los brazos de la muerte con Vania le preocupaba y le temia, por miedo a que pudiera hacer algo estúpido e impulsivo otra

vez

Temía que un rechazo demasiado directo pudiera provocarlo a cometer otra locura.

“Yo

“¡No te va a prestar atención!” una fria, helada e intimidante voz repentinamente resonó desde la puerta del cuarto del hospital.

El aura inquietante que entró con ella perturbó el aire, y una ola de frialdad se extendió, haciendo que la respiración se volviera opresiva.

Elia, impulsivamente tensa, miró hacia la puerta

Vio a un hombre vistiendo un traje negro, hecho completamente a mano, ejerciendo un aura de negocios, dignidad, majestuosidad, su cuerpo era alto y recto. Llevaba consigo una imponente aura de un soldado, su cara era hermosa, y captura la atención de todos los presentes.

Llegó al cuarto del hospital dando zancadas largas.

¡Es Asier Griera1g2

Al verlo, Elia tensó todos sus nervios, incluso su respiración se volvió cautelosa

el ceño, su rostro anteriormente lleno de esperanza,

extendió su mano, y empujó a Sergio a un lado. Se movió hasta el borde de la cama,

con un tono de mando, intimidante, sin permitir ninguna objeción.

estremeció de miedo al oirlo, no se atrevió a desafiar su orden, apoyó su mano

una desagradable pesadez en la cabeza. La mano que usó para apoyarse en la cama se derrumbó y estuvo a punto de

poderoso la agarro y la ayudó a levantarse. No era

dio un paso adelante, preparándose para ayudar a Elia: “Asier, Elia sufrió una concusión cerebral, no debe

extendió la mano, vio la fria mirada de Asier, que era como

sin poder hacer nada, retiró la

un brazo alrededor de su cintura y el otro descansando naturalmente sobre su pierna.

rostro era frio, con

poderosa presencia ya era suficiente para

hace cinco años.” Asier, con voz profunda, habló a Sergio.

no entendia lo que Asier queria decir, pero sentia que

dijo: “Cuéntale todo lo que pasó

se contrajo, estaba

la cobija con fuerza,

Asier susurro amenazadoramente, apretando el hombro

resultó demasiado intensa y

sin atreverse a mirar a Asier, ni a los ojos de Sergio, comenzó, “Aquella noche, hace cinco años, cuando me encerraron en el cobertizo, tu tio Asier cayó del cielo, justo en el mismo cobertizo, y

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