Capítulo 1018

Asier estaba visiblemente fuera de si, su rostro hermoso estaba teñido de un rubor vinoso, y una presión en el aire lo rodeaba, la cual era embriagadora y gélida. Sus cejas fruncidas denotaban una lucha por contener su malestar, mientras se masajeaba las sienes intentando aliviar su incomodidad.

Enfrente, Maximiliano también mostraba signos de malestar, agitando la cabeza y respirando con dificultad.

Liuva, quien habia bebido solo un trago, parecia estar en mejor estado, aunque un rubor anormal comenzaba a asomarse en sus mejillas.

Se levantó, apenas podia disimular su ambición. Se frotó las manos y con una sonrisa dirigida a Asier, dijo: “Señor Griera, Señor Maximiliano, parece que han bebido demasiado. Estamos en un hotel, ¿qué les parece si toman una habitación para descansar? Yo debo irme, gracias por su comprensión hoy.”

Elia se contuvo y simplemente miró hacia Liuva. Quizás otros no lo notarian, pero ella sabía perfectamente que Liuva mencionaba su partida intencionalmente para que Asier la escuchara, pretendiendo mostrar desinterés y así evitar que Asier sospechara de ella.

Nadie presto atención a Liuva, quien hablaba como si estuviera sola, pero eso no parecía molestarle. Después de todo, ya habia logrado la mitad de su objetivo.

Solo tenía que esperar pacientemente a que Elia la llamara la habitación de Asier.

obedeciera, a menos que no le importara la reputación

a Elia, su

mirada furiosa a Liuva, no pudo

esbozó una sonrisa satisfecha y

Liuva alejarse, se recompuso y se acercó a Asier, diciéndole:

se había ido para escapar antes de recibir instrucciones de esta última y llegar a casa antes de que Gabriel publicara el video comprometedor Si se movia rápido, podria

seguramente la

con sus profundos ojos oscuros, que en ese momento estaban húmedos

una voz baja y magnética preguntó: “A

enfrentando esos ojos sombrios que destilaban un brillo de deseo oscuro Su respiración se ralentizó y su

mirada, él ya perturbaba

levantándose En ese instante, una ola de calor subió desde su vientre hasta su cabeza, sintiendo un ardor que casi le hacia arder la nariz y

y frunció el

deberia irme, dijo Maximiliano, poniéndose

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