Capítulo 1066

La atmósfera en la habitación del hospital era tensa y opresiva. Natalia presionaba con urgencia, mientras Asier mantenia una presencia fría y contenida. Aunque impedía que Natalia avanzara, Elia notaba cómo el perfil helado de su rostro se tensaba, presagio de una furia a punto de estallar, pue él lograba reprimir.

El doctor habia estado hablando con Elia en un tono relajado, dándole algunos consejos para cu durante el embarazo.

Sin embargo, cuando Natalia irrumpió en la habitación, preguntando con desesperación si el hijo de Elia era de otro hombre, la alarma del médico aumento. No se atrevia a acercarse a Asier ni un poco, la fria aura que lo envolvia parecia congelar el espacio del hospital.

El médico, visiblemente nervioso, dijo: “Veo que tienen asuntos familiares que resolver, no los interrumpire. Llamen si necesitan algo.”

Con un saludo simbolico, se apresuró a salir de la habitación, temiendo que cada segundo que pasara alli lo expusiera a él, un inocente ajeno a la situación.

“¡Habla, por favor, di algo!” Natalia gritó con todo su ser, su voz quebrándose entre lágrimas y sudor.

Elia respiraba agitadamente, también era madre, y en ese momento entendía profundamente el dolor de Natalia. No había nada más trágico en este mundo que una madre asistiendo al funeral de su hijo, especialmente si ese hijo había sido el sol de su vida.

El corazón de Elia dolia como si lo estuvieran tironeando, pero tenía que decirle a Natalia la cruel verdad. “No, el niño que espero no es de Sergio, confesó, sabiendo que esa verdad podía desvanecer el último hilillo de esperanza en el corazón de Natalia.g2

era la

Sergio ahi. Solo intercambiamos unas palabras cuando Asier apareció y nos llevó a

mirada era clara y

tan pronto, nada habría

Sergio que no había esperanza entre ellos,

había sido siempre tajante en su

desearle una nueva vida feliz, Elia jamás

abrieron desmesuradamente y las estrellas en ellos se apagaron en un instante, quedándose como

irrefrenables, mientras gritaba con todas sus fuerzas: “¡No, mientes! Sergio te amaba tanto, con todo el pasado entre ustedes, ¿cómo no iba a pasar nada si estaban

el aire como si quisiera atraparla. Si hubiera podido, la habría desgarrado, sacudido, obligándola a admitir que el

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de Sergio.

aumentó la fuerza en sus manos y, con una voz baja y furiosa, dijo: “¡Basta! ¡Ella no está mintiendo! Ese día ella intentaba escapar con los niños, y la atrapé justo

incredulidad, sorprendida de que él creyera su versión

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