Capítulo 1208

Las grandes y fuertes manos de Asier transmitian un calor peligroso al tocar de las manos de Elia, una señal de su poder y peligro.

Elia no se atrevia a luchar, por miedo a ser desgarrada.

Al regresar a la habitación, Elia se soltó de su agarre y caminó rápidamente hacia la cama: “Estoy cansada, quiero dormir. Tú todavía no te has bañado, ¿por qué no vas a ducharte?”

“Ayúdame a bañarme,” la voz baja y magnética de Asier resonó.

Elia se volvió bruscamente, incrédula y nerviosa le dijo: ¿Qué, qué dijiste?”

Con calma, Asier respondió: “Me lastime la pierna, si se moja puede infectarse, y tú eres quien más se preocupa por mi herida, ¿no es asi?”

“…” No podia rechazar esa excusa.

Después de todo, su pierna se habia lastimado al salvarla. No podia simplemente dejarlo a su suerte.

Tomando una respiración profunda y forzando una sonrisa, Elia dijo: “Está bien, te ayudaré a bañarte.“92

comenzó a ayudarlo a desvestirse. Al acercarse a él, su cabeza apenas llegaba a sus hombros. A pesar de medir un metro sesenta y cinco, no se consideraba

extendió la mano para desabrochar los botones de su

mirada estaba fija en los botones, pero a medida que los desabrochaba, el musculoso y definido torso de Asier se iba revelando poco a poco, su atractiva manzana de Adán y el pecho firme y musculoso exudaban una

presencia de las hormonas masculinas llenaba el aire, envolviendo la respiración

no tenia pensamientos impuros, su mente era pura. Pero al ver el cuerpo que se escondía

en los botones de la camisa, pero su mirada involuntariamente se desviaba hacia la piel de su cuerpo, los músculos tensos, las lineas fuertes, todo

desde arriba, pasando de

poco en excitación, como sus mejillas pálidas se

pesar de la intimidad que habian compartido, ella

se sintió complacido en

menos eso demostraba que ella no podia

pie, dejando

Asier, quedaba el pantalón. Elia vaciló un momento, pero recordando que su lesión fue por salvarla, reunió coraje

embargo, la hebilla de su cinturón era demasiado complicada, y después de intentarlo

y exasperada, tironeó torpemente de la hebilla, hasta que la gran mano de Asier la detuvo, su voz ronca y magnética sugiriendo: ¿No puedes desabrocharlo, eh?”

fuerte agarre,

dijo avergonzada: “Nunca he desabrochado el cinturón de

brilló con satisfacción ante sus

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