Capítulo 1222

Elia percibió la ira en él, el frío que emanaba de Asier era como un viento helado que se colaba por los poros de su piel, obligándola a tensarse por completo y no bajar la guardia.

Parpadeo con sus largas pestañas antes de mirarlo y decir: “Hoy me buscó Ramiro, para hablarme sobre el asunto de Marina. No he pensado en ninguna travesura, y mucho menos en volver a planear una fuga…

No alcanzó a terminar su frase cuando Asier, con una mano grande, le sujeto la barbilla. En sus ojos profundos, pasó un destello frio: “Si te atreves a escapar otra vez, la que tendrá las piernas rotas no será ella!”

Elia sintió un dolor en la mandibula por la presión de él, y funció levemente el ceño, diciendo: “Me estás lastimando…”

La mirada de Asier tembló por un instante y aflojó un poco su agarre.

Ella se sintió un poco mejor y continuó: “Él es el primo de Marina, y espera que te pida clemencia para que le des una sentencia más leve a Marina.”

Elia no ocultó nada y le contó a Asier las cosas tal y como eran.

La conversación principal que tuvo ese día con Ramiro había sido, de hecho, sobre Marina.

Asier, con el dedo indice, levantó la barbilla de Elia, acercando su rostro al suyo, con una expresión fria y distante.g2

Con una voz baja y fría como el hielo, dijo: “Entonces, ¿tú me pides clemencia?

corazón apretarse. Siempre había temido a Asier, más aún en momentos

en su

cuanto más retrocedia, más

podía mostrarse abierta y disipar sus

condena a la mitad, tal vez a diez años,

la temperatura

coche se volviera escaso, dificultando la respiración.

que quiera perdonar

miró fijamente, esperando

siguió hablando: Ramiro, sin importarle su seguridad, me ayudó a mi y a los niños a escapar, y por eso se rompió una pierna. Esa deuda de gratitud siempre la he tenido con

de Asier, esperando no haber tocado una fibra sensible y enojarlo más.

medido sus palabras con cuidado, intentando ser lo más clara y directa posible.

disiparse, y su rostro,

el con su voz baja y

deber un favor siempre es complicado, te hace sentir que debes ser más indulgente con esa persona. Si no

una mirada sincera y directa, Elia observó a Asier, con sus ojos claros y puros, sin rastro

la observó fijamente, sin responder, con una profundidad creciente en

confianza hasta que se quedó en silencio. La mirada profunda en los ojos

bien, dijo Asier de repente.

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