Capítulo 1606

Elia miró a Asier con una mirada profunda, llena de emoción.

En ese momento, todas las sombras en su corazón se disiparon, y la pesada piedra que la aplastaba parecía haber sido levantada, sintiéndose inesperadamente ligera.

Las incomprensiones y distancias que había sentido hacia Asier se disolvieron.

Su relación con Cecilia no era la que ella imaginaba; la última vez, no fue por crueldad que permitió que Liuva atentara contra ella, sino para salvarla.

Después de despertar, no fue él quien la expulsó de Villa Serenidad, sino Benjamín, quien incluso lo había ocultado de Asier.

Lo que ella pensaba que era la actitud fría y despiadada de Asier, resultó ser un malentendido.

Era como si el sol brillara en un corazón lleno de nubarrones, dispersando las sombras, dejando solo luz.

Asier, con sus ojos profundos, observó el cambio en la mirada de Elia. Desde el asombro inicial y la sorpresa, hasta la comprensión y la emoción.

Ella lo miraba con ojos que brillaban con un ligero velo de lágrimas, un color de profundo afecto que no podía contener.g2

Asier sintió que su corazón se saltaba un latido, sus ojos se humedecieron, su respiración se hizo pesada, y una ola de emoción brotó de su sangre.

por un momento, se dio cuenta de

lo

propia mirada era demasiado insinuante, se alarmó y rápidamente desvió la vista, diciendo nerviosamente: “Esa vez, gracias por salvarme de las

terminar su frase aún, sintió que la sujetaban por la nuca y la arrastraban hacia él, sellando sus labios con

devorándolos, abriendo su boca, conquistando y robando su aliento.

dulce entre ellos penetraba cada sentido de Asier, encendiendo en

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Capitulo 1606

besaba con mayor urgencia y fuerza.

la respiración poderosa y ardiente de Asier en su rostro, calentando sus ya sonrosadas mejillas, su beso era dominante y salvaje, robándole la razón en unos pocos segundos, haciéndola

firmemente por la espalda, su áspera palma acariciaba su piel, encendiendo un fuego que parecía consumirla por completo.

manos seguian bajando, agarrando el borde de

con los ojos. muy

suya y la otra trataba de empujar su pecho, pero era tan débil que no tenía

ir, una mano agarrando su pierna, la otra sosteniendo su

seguiré, no te muevas,

sonaba baja y magnética, como si pudiera

no se moviera, y ella no se atrevía a hacer

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