Capítulo 1636

Las mejillas de Orson rozaron algo suave y dulce, y un torbellino de emociones se desató en su interior. Apretó la mano que tenia alrededor de la cintura de Jimena, intentando controlar el impulso que luchaba por liberarse.

Su rostro se calentaba.

Jimena, con su mejilla apoyada contra la de Orson, sentía el calor de su cara como agua hirviendo, quemando su piel. Su corazón se contrajo, y una oleada de emoción se extendió por su cuerpo como ondas de radio.

Se quedó completamente inmóvil, hasta los dedos de los pies querían rizarse.

Ella solo intentaba evitar la mirada extraña de su madre y salvar su reputación, sin contar con que casi se desata un fuego.

Su pulso se aceleró de repente, Jimena se sonrojó, nerviosa, confundida, emocionada, sujetando con fuerza el cuello de Orson.

El gesto era aún más sugerente.

Jacinta, que había visto muchas cosas en la vida, reconoció de inmediato lo que estaba pasando entre ellos. Probablemente no podrían contenerse por mucho tiempo. Si ellá no estuviera allí, ya habrían corrido a una habitación.

Qué niña, pensó Jacinta, aún sin casarse y sin preocuparse por los niños, solo pensaba en divertirse con su hombre.g2

abrazar así? Todavía estoy aqui. ¿Acaso planeas

rápidamente lo soltó y hasta lo empujó un poco, queriendo negar

revelar la

pequeño incidente de

donde quedaba algo de saliva y forzó una sonrisa, diciéndole a Jacinta con

Si lo supieran, probablemente ya estarían en un hotel,” interrumpió Jacinta antes

Capitulo 1636

a ver cómo estaba ella, y me encontré con este

la boca, escuchó a su madre y su mente se iluminó con un destello. La sangre se le revolvió

habia venido, ¿eso no significaba que Fred y Adora también

alli?

jugando en su habitación?

giró rápidamente la cabeza hacia la puerta cerrada de la habitación de los niños. No podía ver lo que habia dentro; la puerta estaba cerrada y todo estaba en silencio. No sabia si habia alguien dentro, pero era muy probable que

video con los niños y ambos le dijeron que la extrañaban mucho y que querían dormir con

que

posible que su madre había traído a

habitación infantil, el corazón de Jimena saltaba como una pelota de ping–pong, asustada hasta casi

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