Capítulo 501

Rafael entrelazó sus dedos con los de ella, bajando la mirada hacia su rostro con una sonrisa burlona, “Uy, ¡qué tono más ácido!”

Cuando él había entrado, la vio detenida por Silvia en el centro del patio y se apresuró a llegar a su lado. Al escuchar. sus quejas, no pudo evitar contener una risa. La verdad es que disfrutaba verla celosa. Sus mejillas se inflaban involuntariamente, como las de un niño, y lo más importante, era una señal de que ella realmente le importaba.

Violeta, incapaz de evitarlo, levantó la vista y notó cómo las comisuras de sus ojos estaban elevadas, dándole un aire especialmente animado, y en aquellos profundos ojos oscuros, brillaba una luz tenue.

¿Así que él estaba disfrutando esto?

Violeta intentó, algo molesta, soltar su mano, pero al ver un atisbo de cansancio entre sus cejas, no pudo más que apretarla un poco más.

Llevaba puesto un traje negro que ya tenía algunas arrugas. Mientras ella estaba sentada en la mesa del comedor, recibió un mensaje suyo. Él estaba a punto de despegar y en apenas tres o cuatro horas, apareció frente a ella. Seguramente, acababa de bajar del avión y habia venido directamente sin siquiera cambiarse de ropa, luciendo las marcas de un viaje agotador.

Le dolia pensar en su cansancio, ¿cómo iba a seguir enojada con él?

Violeta levantó su otra mano y le dio un golpecito en el pecho, no muy fuerte, pero él la atrapó con su otra mano grande, llevándosela a los labios para dejarle un beso suave, haciendo que se sonrojara.

Después de todo, todavía estaban en el patio de la casa de los Navarro, y era muy probable que alguien los viera.

Echó un vistazo a su alrededor y, al girarse, vio a Melisa y su hija Bianca saliendo de la villa. No estaba segura de si habían visto la escena anterior. Violeta habló en voz baja, “¡Vamos, vámonos de aquí!”

“Está bien.” Rafael sonrió de medio lado, y en lugar de tomar su mano, la rodeó con su brazo para salir juntos del patio.

El Range Rover blanco salió del camino privado y, a través del espejo retrovisor, la casa de la familia Navarro se fue haciendo cada vez más pequeña. Violeta retiró la mirada y se giró hacia el hombre que conducía concentrado a su lado, “Rafael, ¿ya comiste?”

Pensando en que él había venido a buscarla inmediatamente después de aterrizar, y que al menos ella había comido algo, temía que él tuviera hambre.

“Comí algo en el avión.” Rafael le respondió, luego mirándola de reojo, frunció el ceño y planteó la pregunta que le había estado preocupando, “¿Te trataron bien alli?”

mordiéndose el labio, “pero parece que Luis no es muy

conmigo…”

una vez, no lo conozco bien.”

como su nieta, pero dada su posición especial y con Melisa y Bianca presentes, Violeta seguramente se encontraría en una posición

la familia la reconocía. Ella era su mujer y, como tal, no debía ser maltratada. Rafael le dijo con seriedad, “Si no es cercano contigo, no tienes que prestarle mucha atención, y mucho menos importarte. ¡No

no pudo evitar una sonrisa entre

hablar! Llamar a alguien “viejo

se preocupaba por ella. Violeta extendió su mano y aprovechando que el semáforo estaba en rojo, le acarició

bajó del viaducto, pero en lugar de regresar a la villa, se dirigió

del coche con sorpresa y se giró hacia el preguntando. “Ove, ¿no habis dicho que ya hablas comido

Gapitulo 541

“St.”

“Entonces, ¿por qué…?”

luego desabrochó el de ella, “¿Crees que pudiste comer bien

“Eh…” Violeta parpadeo.

mucho apetito y solo se había tomado

motor, Rafael la llevó de la mano

mismos en el mostrador. Después de que el mesero los guiara a su mesa, Rafael se quitó la chaqueta del traje y le pidió a ella que

hora pico de la comida,

mano en el bolsillo y su imponente estatura, se destacaba entre los demás.

dibujar su silueta de memoria, cada vez

hasta las meseras no podían evitar echarle un vistazo mientras trabajaban. Pero Rafael parecía no darse cuenta, estaba concentrado únicamente en el menú

avanzaba, él daba un paso hacia adelante, pacientemente esperando para pedir su comida. Violeta se sentía inmensamente afortunada al mirarlo. Las palabras que había compartido con Francisco ese día, en realidad salian de su corazón. Estaba agradecida de

la suya en esta vida, haber encontrado a

con la bandeja, la encontró mirándolo fijamente, con ojos tan brillantes que parecían contener estrellas. Él sonrió, complacido por dentro.

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