Capítulo 630

Marisol soltó un pequeño grito de sorpresa, “¿Qué has dicho?”

“Dije que nos casemos, podemos firmar un acuerdo.” La mirada penetrante de Antonio recorrió su rostro, repitiendo sus palabras anteriores y le golpeó su reloj con el dedo, “¡Tienes cinco minutos para pensar! ¿Quieres casarte conmigo a cambio de la libertad de tu tío Jordi? Es un trato justo, si no, ¡olvídalo!”

¿Casarse?

Marisol no creía lo que había oído.

Como si hubiera perdido su voz, solo lo miraba con los ojos muy abiertos, incrédula, mientras luchaba con una locura interna.

Después de cinco años de relación terminada por la traición de su novio, Marisol había perdido la fe en el matrimonio. Para ella ya no importaba con quién se casara, si un matrimonio pudiera asegurar la seguridad y la libertad de su tío Jordi, tal vez valdría la pena…

Los labios finos de Antonio se movieron, recordándole, “Te queda un minuto.”

“…” Marisol empezó a desesperarse.

“Treinta segundos,” dijo Antonio con calma.

Las manos de Marisol se apretaron aún más fuerte y después de un rato recuperó su voz, “Pero… ¿por qué quieres casarte conmigo?”

Al oír eso, Antonio medio cerró los ojos, sonreía mientras sus labios se curvaban, “La razón es simple, para acostarme contigo.”

Marisol apretó los dientes con fuerza, sus palabras tan directas la hicieron palidecer y ruborizarse alternadamente. Sentía su cerebro enredarse en una maraña de vergüenza y enojo, deseando darse la vuelta y marcharse, pero sus pies parecían haber echado raíces.

Ella debía mucho a Perla y Jordi, y además, ese problema había sido causado por ella…

Tal vez esta podría ser la única oportunidad para rescatar al tío Jordi…

“Tres segundos,” advirtió Antonio en su último recordatorio.

Y cuando la mirada de aquellos ojos de Antonio se enfrió en el último segundo, Marisol tomó una decisión desesperada y dijo entre dientes, “¡Bien! ¡Acepto!”

la noche, el Cayenne negro se deslizaba silenciosamente entre las luces de neón, como un fantasma en una

al subirse

cuando finalmente se cerró la puerta del automóvil, escuchó la voz suave de Antonio mezclada con el viento nocturno, “Mañana a las

identificación.”

mañana siguiente, Marisol llegó al registro civil con ojeras, después de una noche de insomnio. Al bajar del

de antes, parecía muy casual, con una chaqueta de alta gama que envolvía su figura en forma de V invertida, la cremallera subida hasta el último diente, cubriéndole

llegando sin aliento, Antonio la miró con desaprobación y le mostró su reloj,

mi culpa, ¿quién iba a

él le arrebató la bolsa de las manos, sacando la identificación, y mientras se dirigía hacia el interior, ella le

con pasos

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del edificio se abrió ante sus ojos y ella se sintió un poco aturdida, todavía incrédula. Mirando la espalda erguida frente a ella y debido a la altura de Antonio, tenía que mirarlo desde un ángulo elevado, “Oye… Si es un

se detuvo y se giró

pasajera en sus ojos dejara una

con

en aquel momento aún creía que era algo dicho

y

a este hombre

una decisión tan apresurada sobre algo tan

habían pasado una noche juntos, ella ni siquiera lo conocía bien. ¿Cómo podían estar

firmó y, con voz baja, instó, -Deja de

los documentos los miró dudoso y preguntó, -Señora, ¿está usted de acuerdo

cargada de pasión se posaba sobre ella. Marisol, con una mano temblorosa, dejó caer su bolígrafo sobre el papel con un suspiro entrecortado. -Yo… -recogió el boligrafo apresuradamente y,

no pudieron evitar

recibir el certificado de matrimonio, el empleado la miró como si estuviera

detenidamente el certificado, incapaz de creer que se había casado de una manera tan mágica y apresurada. Levantó la vista hacia Antonio, quien ya se encontraba junto a su Cayenne, y rápidamente

a decir, pero Antonio la interrumpió con

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