Capítulo 636

Al lado, Gisela la miró con una expresión de asombro y le dijo, -Marisol, ¿estás bien, tienes fiebre?

Marisol apartó la mano que Gisela extendía hacia su frente y soltó un suspiro.

Nadie podia entender los sentimientos de una mujer casada como ella…

El tiempo pasaba minuto a minuto, y el sol, que en algún momento había estado en su punto más alto, ahora se inclinaba hacia el oeste, transformando sus rayos en un color esplendoroso que se colaba a través de las persianas que estaban medio abiertas. Marisol le echó un vistazo a la hora en la esquina inferior derecha de su computadora, faltaban cinco minutos para salir del trabajo.

La atmósfera de la oficina se volvía más animada, los compañeros en cada cubículo comenzaban a recoger sus

cosas.

Pensando en la llamada de Antonio, Marisol frunció el ceño y se preparaba para tomar su bolso y ordenar sus cosas cuando Gisela, con el celular en mano y visiblemente agitada, corrió hacia ella diciéndole, -¡Esto es malo!

-¿Qué pasa, qué ha ocurrido? -le preguntó rápidamente.

Gisela le explicó con ansiedad, -Tania estaba entrevistando en el barrio sobre una demolición ilegal, y parece que tuvo un conflicto con alguien. ¡Ahora la están reteniendo y al parecer Tania ha sufrido bastante, debemos ir rápido a ver!

Tania era una compañera de trabajo muy amable de su departamento que apenas el mes pasado había descubierto que estaba esperando su segundo hijo. Siendo una madre de avanzada edad, cualquier incidente que pudiera sufrir podría ser una tragedia.

Al oír esto, Marisol se levantó de inmediato y le dijo, -Entonces, ¿qué estamos esperando? ¡Vamos ya!

El atardecer se tornaba aún más bello en la zona residencial a orillas del río, cerca de la Casa Pinales.

La familia Pinales, al igual que la familia Castillo, eran familias tradicionales arraigadas en Costa de Rosa. Sin embargo,

la familia Pinales era algo más especial. Tenían tres hijos: el mayor, Ivo, era militar; el segundo, Hazel, era comerciante; ambos con un gran peso en la sociedad de Costa de Rosa.

Valentino Pinales había deseado que su hijo menor Antonio siguiera una carrera política para así construir una poderosa familia con influencia tanto en los negocios como en el gobierno. Sin embargo, su hijo más joven ya había elegido estudiar medicina, desafiando las expectativas de su padre.

privado hacia la casa, se podían

velocidad al pasar por el puesto de guardia y entró directamente al patio, girando el volante con brusquedad y deteniéndose de manera desordenada frente

su figura erguida, saltó del

lado mientras exhalaba anillos de humo, -Mira, te dije que era Antonio quien volvía. ¿Acaso no es cierto que cada vez que

morro

arqueando una ceja, -Hermano, ¿volviste

la suya, tenía un aspecto más refinado en comparación con los otros dos. Llevaba lentes con montura dorada y, quizás por ser comerciante, tenía un aire de

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volver? -le replicó Hazel, ajustándose los lentes, – Hoy es el cumpleaños de nuestro

del coche en su mano, sin confirmarlo ni

un lado para otro, y los invitados

hecho, era su vigésimo noveno cumpleaños. En una familia

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menor. Sin embargo, cada año detestaba este tipo de celebraciones. Los salones siempre estaban llenos de gente, tenía que socializar uno por

en el patio, ya formaban

casa, y le dijo, “Antonio, papá estaba preguntándote hace un rato, ya hay bastantes invitados

de hombros y, al oír esto, tomó las llaves

en los bolsillos y una expresión de pereza. Se paró en el patio donde Ivo, ya con un cigarrillo encendido, le comentó, “Ya lo dije, seguro solo dio una

año pasado,” le dijo Hazel, mirando su

al volante, con la ventana medio bajada. Ivo se acercó y le lanzó dos tarjetas bancarias, “¡Estos son los regalos de Hazel y de

le dijo Antonio con una sonrisa, siempre tan directo y sin rodeos.

humo, “¿La misma rutina de siempre? ¿Nos reunimos después de la

la cabeza, “No, tengo otros

el motor y

de lujo se deslizaba lentamente hacia la

estado mirando fuera de la ventana del copiloto todo el camino, se desabrochó rápidamente el cinturón de seguridad en cuanto el coche se detuvo, y tomó su bolso de su regazo. Su movimiento se detuvo un

“De todas maneras, tengo que agradecerte en nombre del canal. ¡Quién iba a pensar que eras el jefe del proyecto! Gracias a ti se solucionó el problema

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