Capítulo 679

El restaurante junto al rio ofrecía una vista espléndida.

Marisol se sentaba junto a la ventana, jugando distraidamente con la pajilla en su vaso de jugo, sus párpados pesabant como los de alguien luchando contra el sueño en medio de una reunión.

“¿Marisol?”

Tras ser llamada un par de veces por el hombre frente a ella, Marisol finalmente levantó la mirada de manera aturdida, “Ah, Sr. Fierro, ¿decias algo?”

“No me apellido Fierro, es Ferro,” el hombre la corrigió con buen humor.

“Ah, disculpa, ¡Sr. Ferro!” Marisol se apresuró a rectificar, estaba visiblemente incómoda.

“No te preocupes.” Él sonrió, su tono de voz era el de un caballero, “Marisol, ¿será que el trabajo de hoy te ha cansado demasiado? Entiendo que ser periodista debe ser agotador. Te contaba que recientemente terminé mi maestría y ahora estoy trabajando en un banco extranjero, hay grandes oportunidades de ascenso…”

“Ah, claro, continúa,” le dijo Marisol, asintiendo apresuradamente aunque sin prestar verdadera atención.

Su mirada se desviaba hacia el reloj en su muñeca, siguiendo las agujas, su mano derecha colgaba cerca de su bolso, lista para contestar el teléfono en cuanto sonara.

Aunque nunca había estado en este tipo de citas, había visto suficientes en la televisión para saber cómo eran. Había venido a regañadientes para no decepcionar a su tía Perla, pero ya tenía un plan: quince minutos en la cita y pediría a Gisela que la llamara fingiendo una emergencia periodística, disculpándose y yéndose, así también tendría una excusa para Perla.

Quedaban cinco minutos…

Tres minutos…

silencio, anticipando el momento de escapar. Pero justo

instintivamente y se quedó helada al reconocer a esa persona,

pereza en la silla, con una sonrisa burlona en sus ojos y un toque de diversión en sus labios. Tomó el

al ver la pajilla aun moviéndose en

la interrupción, le preguntó cortésmente, “Marisol, ¿quién es

titubeando, apenas capaz de disimular su sorpresa.

la garganta. Temía que él la llamara “Sra. Pinales” frente a ese hombre

es médico, es anestesista, Sé que es un trabajo duro, sobre

preguntó con indiferencia, “¿No te importa si me uno a la

que Antonio se quedara. Aunque estaba molesto, no quería ser descortés y le respondió con reluctancia, “Por supuesto, es un honor.”

estaba aterrada al escuchar esto.

pero Marisol estaba atrapada y no podía marcharse fácilmente. Silenció la llamada,

darse por enterado y ya estaba llamando

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Caputo 679

el camarero, y Marisol no tenía

bocado a la boca, Antonio, que estaba sentado cruzando las piernas al lado, de repente rozó su pantorrilla con la punta de su pie, en un gesto que parecía

acariciaba a través de la tela de sus pantalones, aún podía sentir ese cosquilleo, como

Marisol tosió abruptamente.

en la garganta, cogió rápidamente su vaso de jugo y bebió varios tragos para poder respirar con normalidad, mientras el hombre de enfrente le preguntaba con preocupación,

Marisol negaba con

y miraba de reojo hacia el lado, Antonio parecía estar ocupado sirviéndose la comida con elegancia, como si lo que había pasado fuera solo una ilusión de ella, aunque esa punta del pie seguía en su

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