Tras presenciar esa impactante escena, todos se limitaron a mirar al Señor Salazar, boquiabiertos; casi de inmediato, Lázaro logró ponerse de pie, al tiempo que se dirigía a toda velocidad a la celda de su hijo. Tan solo un momento después, se escuchó el fuerte sonido de la puerta metálica al caer; una vez dentro de la minúscula habitación, Lázaro corrió a tomar a Heliodoro entre sus brazos, quien estalló en llanto al advertir la presencia de su padre. De la misma manera, Jaime se apresuró a destruir los barrotes de la celda que alojaba a los miembros de El Cuarteto Vil, quienes pendían de ganchos, por lo que el joven no tardó en tomar los crueles objetos, hasta hacerlos desaparecer en un pequeño haz de luz azul, con ayuda de los últimos vestigios de su Energía Espiritual; una vez en libertad y tras haber recuperado sus poderes por completo, los hombres exclamaron al unísono:

—¡Señor Casas! —De inmediato, se abalanzaron, junto con Teodoro, para intentar ayudarlo, pues un cálido líquido escarlata emanaba en abundantes chorros de sus heridas; entonces, Orlando se apresuró a decir, casi en un susurro:

—Señor Casas, lamento haber actuado de manera tan descabellada.

Al advertir su reacción, el semblante de Jaime se tornó lleno de preocupación, al tiempo que posaba sus hermosos ojos en el par de agujeros en sus hombros; tras dejar escapar un enorme suspiro, prosiguió a reflexionar:

«¡Estos hombres sufrieron una agonía inimaginable para protegerme!».

Mientras lo observaba en silencio, Orlando se apresuró a aseverar, con voz gentil para intentar tranquilizarlo un poco:

insignificantes heridas sanarán pronto! Ahora, debemos regresar a un lugar

ese momento, Bosco se limitó a hacer un pequeño gesto con la cabeza, antes de que cada uno de los jóvenes lo rodearan con un brazo para ayudarlo a caminar y de esa manera, pudieran marcharse de ese lugar; mientras se disponían a

promesa. —Al terminar de emitir esas palabras, recorrió el lugar con la mirada, antes de salir de la habitación; entonces, tras escuchar la

muy curioso que te atrevas a amenazarme de manera tan osada

Salazar respondió, con

intención de desatar al caos en

salir de la habitación, seguido del resto de los hombres; una vez fuera del lugar, comenzó a sentir el corazón acelerársele, mientras

convertido en mis enemigos mortales,

evitar sobresaltarse al escuchar la voz del Señor

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