—Debo vengarme... —Jaime dijo con debilidad después de haberse calmado.

—¿Venganza? —preguntó el Señor Sanders.

Con un ligero movimiento, el Señor Sanders arrojó al indefenso hombre antes de continuar:

—Escucha. El mundo de las Artes Marciales tiene sus reglas, y yo decido cómo se llevan las cosas en el mundo de las Artes Marciales de Ciudad de Jade. Si quieres romper las reglas y desobedecerme, tendrás que demostrarme que tienes lo necesario para hacerlo. Si no puedes, deberás mantener la boca cerrada y hacer lo que yo diga. Quiero que abandones Ciudad de Jade ahora mismo. Será mejor que huyas lo más lejos posible porque si te vuelvo a ver armando un lío aquí, te mandaré al infierno.

Aunque el Señor Sanders hablaba con voz suave, sus palabras le sonaron a Jaime de manera muy hostil.

Jaime guardó silencio y miró al moribundo Saulo, su mano temblaba con sutileza mientras sostenía la Espada del Cazador de Dragones.

Deseaba poder acabar con aquel hombre con su arma, pero sabía que, con el Señor Sanders en su presencia, no había ni la más mínima posibilidad de que atacara a Saulo.

«Saulo ya está paralizado. Aunque salga vivo, vivirá con dolor el resto de su vida. Este dolor puede ser la mejor venganza que pueda realizar».

Con ese pensamiento, Jaime guardó su espada y miró a Heliodoro en silencio antes de saltar a la oscuridad.

—Váyanse todos —dijo el Señor Sanders a Lázaro y al resto.

se estremeció de miedo ante la orden y no tardó en hacer salir a su

Señor Casas que abandonara Ciudad de Jade? —preguntó Teodoro mientras se

a Jaime

si se queda en Ciudad de

no debería preguntar. De todos modos, no estoy en condiciones de

fuera, los restantes Nogueras vinieron con

Saulo estaba tan grave que tendría que permanecer en silla de ruedas durante toda su

Artes Marciales, ser discapacitado no era mejor que

hacer con Saulo, sólo podían esperar las órdenes de David una vez que éste

quedó solo para luchar contra el dolor que le había llevado varias veces al borde de la

mover un músculo, sus ojos seguían ardiendo de ira al recordar lo

si no te mato! —Saulo

a Jaime? —sonó de repente una voz chillante

—¿Quién es?

hacia la voz, sólo para ver una figura que aparecía poco a poco de la nada en

visión más clara del hombre, pero la persona le

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