El anciano abrió los ojos cuando Sion abrió la puerta y entró. Al ver a Sion de lejos, preguntó con una sonrisa congraciada:

—Bienvenido, señor. ¿Quiere que le lea la suerte? Venga, tome asiento.

Se levantó, limpió la silla con la manga e invitó a Sion a tomar asiento.

A juzgar por lo bien vestido que iba Sion, el anciano consideraba a Sion como un posible gran cliente.

—¡No estoy aquí para adivinar el futuro! —Sion negó con la cabeza.

El anciano se quedó atónito por un instante. Preguntó confundido:

—Señor, soy adivino. Si no va a dejar que le lea la fortuna, ¿por qué está aquí?

—Necesito su ayuda para dibujarme unos talismanes rúnicos —dijo directamente Sion.

—¿Talismanes rúnicos? —El anciano se congeló un poco y su expresión cambió—. Pero yo soy un adivino. ¿Qué sé yo de talismanes rúnicos? No puedo dibujarlos. No puedo... —Agitó las manos y volvió a su asiento.

una ficha y la colocó sobre

expresión del anciano se ensombreció en cuanto vio la ficha sobre la

Forero. Si no, no habría sido capaz de localizarlo. Deje de fingir ignorancia y dibuje un par

sobre la mesa, el anciano respondió

de la cama el rosario de cinabrio y unos trozos de papel amarillo. Tras respirar profundamente, empezó a dibujar en los papeles

ya sudaba a mares, había

rastreo y

usar estos

aquí y no vaya a

ruinosa casa. El anciano se sumió en sus pensamientos

quitó la sucia ropa exterior, revelando otro par de ropas ajustadas. A continuación, despegó los bordes de

marcas de viruela similares a las de la linaza por toda la cara, no parecía un hombre

terminó de hacer

de Guerreros al Departamento de Justicia. El

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