En ese momento, el mundo entero se quedó en un silencio sepulcral. Todos se quedaron boquiabiertos.

Resultaba demasiado chocante que tres hombres se hubieran aliado para matar a Jaime, y que éste hubiera conseguido matar a uno de ellos con tanta facilidad.

A Doroteo, sobre todo, le flaquearon las rodillas entonces. Por instinto quiso huir, pero sus piernas se negaron a moverse.

Tanto Fil como Yuvan se sumieron en el aturdimiento. Al ver el cuerpo cercenado del segundo hijo de la familia Rodríguez, un escalofrío de lo más profundo de sus corazones les impregnó todo el cuerpo.

Enseguida se estremecieron y dirigieron sus miradas a Jaime con puro horror.

Cecilia estaba acurrucada en el abrazo de Jaime en ese momento, y podía sentir los latidos del corazón de éste.

Ella también se sorprendió cuando vio a Clemente partido por la mitad de un solo golpe de espada. Después de todo, eran una familia adinerada en Campo Salvaje. Sin embargo, Jaime cortó a Clemente por su bien sin temor a ofender a la familia Rodríguez.

Una gran calidez la invadió, y se hundió más en el abrazo del hombre.

—Dije antes que, si tocaba a Lady Campana, haría que toda la familia Rodríguez pagara el precio con sus vidas. Ahora les toca a ustedes.

miró a los dos hombres

sus corazones se hundieron hasta

en que Jaime partió el cuerpo de Clemente por la mitad con un solo golpe de espada, pues demostró que el

expresiones se volvieron cada vez más sombrías, y sus

no habríamos acabado en una

quien tocó a Lady Campana. A pesar de ser el segundo hijo de la familia Rodríguez, jugó en el campo. Ahora que su padre no está aquí, no pudimos evitar que hiciera lo que quisiera. Ya que está

comenzó a implorar a Jaime

se lo merecía. Si no hubiera provocado a ese

sí, todo fue obra de Clemente. No tuvo nada que ver con nosotros. Ya

se apresuró

que los subordinados de la familia Rodríguez tuvieran las agallas de hablar de Clemente de esa manera. Sin embargo, eso también demostraba que a los de la familia Rodríguez, al parecer,

Rodríguez pague el precio con su vida. Si ustedes dos se quitaran

de

a mancillar a Cecilia, nunca permitiré que la

—¿Cómo te atreves?

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