A pesar de todas las tonterías que estaba soltando Astrid, Jaime ni siquiera llegó a interrumpirla.

—Jaime, resulta que sigues echando de menos a mi hermana. En ese caso, ¿por qué hace tanto tiempo que no nos visitas? Mi hermana incluso ha estado gritando tu nombre en sueños.

Moly, que se había adelantado, preguntó en tono burlón.

—Es que... he estado muy ocupado y no he conseguido encontrar tiempo —respondió Jaime avergonzado.

—Eso no va a ser un problema en adelante. Nos veremos muy a menudo.

Una expresión de alegría apareció en el rostro de Moly.

—¿Por qué? —Jaime se quedó de piedra.

—Cecilia ha decidido trasladar aquí el Palacio Carmesí. Al estar cerca, podremos vernos con frecuencia. —Terminó Moly con una risita.

La noticia dejó boquiabierto a Jaime, que no esperaba que Cecilia tomara una decisión tan trascendental.

Ante el silencio de Jaime, Moly continuó:

—Cecilia hizo esto por ti. Por lo tanto, no puedes defraudarla.

Moly se alejó brincando

con las que lidiar, no esperaba que Cecilia se uniera a

de una hora después, la mayoría de

lado a otro, brindando por sus invitados en cada mesa. Independientemente de

había una mesa en particular a la que Jaime temía acercarse: aquella en la que

sido la brillante idea de concentrar a todas las mujeres

Astrid, Evangelina, Isabel,

tantas de ellas allí reunidas, no pudo evitar preocuparse de que estallara una pelea en

se armó de valor y se acercó. Después de todo, tenía que mostrar su agradecimiento a Cecilia por haber recorrido una distancia tan

acercó a la mesa, las miradas de

más intensa que cuando se enfrentaba a un

gracias por venir hasta aquí. Brindo por

con torpeza, Jaime se tragó la bebida de

una discreta carcajada de Cecilia antes de que

disfrutando mientras entretengo a los demás

murmurar una respuesta, se dio la vuelta de inmediato y se marchó como si

él, se escucharon los

a la mesa de Vladimir. Como todos

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