—¡Quiero mataros! ¡Los mataré a todos!

Dicho esto, el hombre se abalanzó hacia Jaime, blandiendo el cuchillo de un lado a otro.

La expresión de Gilberto se tornó gélida. En un abrir y cerrar de ojos, interceptó el ataque y mandó al hombre a volar de un solo puñetazo.

El golpe fue tan fuerte que el agresor escupió una bocanada de sangre. Se desplomó en el suelo, incapaz de levantarse.

Gilberto se adelantó y estaba a punto de rematar al atacante, pero Jaime lo detuvo.

—No lo mates todavía. Vamos a ver quién es.

«¿Cómo alguien salió así de la niebla?». Jaime tenía bastante curiosidad por conocer la identidad del emboscador.

Cuando Jaime y compañía se acercaron al emboscador para verlo más de cerca, pronto se dieron cuenta de que era un discípulo de la Secta Flamígera.

El discípulo tenía los ojos muy abiertos y una expresión de profundo horror. A pesar de sus graves heridas, seguía murmurando lo mismo una y otra vez.

—¡Matarlos! ¡Matarlos a todos!

mentalmente trastornada —dijo Evangelina mientras miraba al

se dio cuenta. Este hombre sufría un trastorno mental, lo que explicaba por qué se

todos. Creo que esta niebla no es tan simple como

su viaje sin darle importancia a

no tenía absolutamente nada que ver con él, así que no

incluso los había obligado a enfrentarse al demonio tigre, lo

demás recorrieron cierta distancia por delante, se dieron cuenta de

expresión de Forero cambió de golpe

y desencadenar la brutalidad en todo aquel que se encuentre con ella —exclamó Forero en voz

toda velocidad, todos contuvieron la respiración y se concentraron con fuerza para proteger sus mentes

y desorientado en cuanto entró en la niebla rosa. Sin embargo, cuando la luz dorada parpadeó

frente con expresión seria en sus rostros, sin

tanto relajada. Llevaba en su cuerpo el espíritu de una santa doncella del Palacio Lunar, un

tiempo que

medida que Jaime y su grupo se adentraban en la niebla, Forero y Gilberto sudaban frío por la frente. Aunque se esforzaban

sus cuerpos, pero ninguno de los dos

de aura que irradiaban Forero y Gilberto, supo que no podrían aguantar mucho más. Después de todo, nadie sabía cuánto tiempo más necesitarían

repente, Jaime recordó

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