Sólo esa afirmación ya hizo sudar la gota gorda a la multitud.

Los presentes podían representar a la perfección a todo el mundo de las artes marciales de Ciudad de Jade. Cada uno de ellos era un prodigio en el mundo de las artes marciales, con una autoridad y una fuerza que no tenían parangón en toda Ciudad de Jade.

Irónicamente, una palabra de Kawasaki era más que suficiente para asustarlos.

Entre ellos estaba el líder del grupo, que fue el primero en bajar la cabeza con respeto y decir:

—Señor Kuroki, es cierto que sólo podemos culparnos a nosotros mismos de la caída del mundo de las artes marciales de Ciudad de Jade. Aun así, necesitamos su ayuda para deshacernos de ese mocoso de Cananea y levantar la moral de nuestros civiles. Claro que vendremos a pedirle perdón después de eso.

Todos eran muy conscientes de que Kawasaki estaba enfurecido por cómo el mundo de las artes marciales de Ciudad de Jade había quedado reducido a ese estado.

—¡Alguien tiene que rendir cuentas por esto!

—Estamos dispuestos a reparar el daño, señor Kuroki. Le imploramos que nos ayude a recuperar la gloria de Ciudad de Jade —gritó el grupo al unísono.

Mirando a las docenas de hombres que tenía ante sus ojos, Kawasaki soltó un suspiro.

—De acuerdo. Les ayudaré por última vez. No vuelvan a molestarme cuando esté meditando.

su cuerpo flotó en el

donde había estado sentado se abrió poco a poco, liberando ráfagas de ola de calor que de inmediato envolvieron el lugar. Lo

les salieron los ojos de

lava fundida había una katana

mano para sacar la katana, y en un instante, un escalofrío recorrió las espinas dorsales de los

de ellos era al menos un Gran Marqués de las Artes Marciales. Para que

pesar de desprender un aire tan intimidante, esa katana no parecía nada fuera de lo

con ese Cananeo. Me da igual cómo lo

de la banda

una intervención de Kawasaki ya era una hazaña considerable. Nunca tendrían el descaro

la cabaña de madera, se quedaron perplejos ante

pisar el suelo. En aquel momento, sin embargo, no había

ellos tenía lo que hacía falta para superar esa

cabaña de

¡Clang! Desenvainó su katana.

envió un rayo de luz de varios metros de

movimiento, Kawasaki desató una ola de energía tan aterradora que al grupo de hombres

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