Despiadado

Una expresión preocupada apareció en el rostro de Teodoro mientras los miraba.

—Señor Gabaldón, no es que usted no conozca el carácter del señor Salazar. Sólo él podría convocar a alguien para reunirse con él. No es fácil verlo en persona, ni siquiera para mí. Ni siquiera soy digno de servirle café.

Aunque Teodoro era el General del Ministerio de Justicia, no era nada para Armando.

—General Jiménez, usted lleva bastante tiempo en el Ministerio de Justicia. Creo que tiene sus maneras…

Al segundo siguiente, Lázaro se acercó a él y le entregó un exquisito abanico de mano.

—General Jiménez, ésta es la reliquia de la familia Delgado. Espero que pueda ayudarnos.

Dicho esto, Lázaro metió el abanico en la mano de Teodoro.

—Señor Delgado, no tiene que hacer esto.

Devolviéndole el abanico de mano, Teodoro lanzó un suspiro antes de decir:

—El señor Casas me ha ayudado varias veces. Veré al señor Salazar…

dientes, preparándose para buscar

Teodoro se dio la vuelta,

—Capitán Llano, ellos…

a prisa a Javier para

lo

Javier agitó la mano e interrumpió el discurso

Salazar les pidió que

escuchar eso, se llenaron de alegría y se apresuraron a entrar

de invitados de Armando se llenó

en su asiento principal, ignorando a

que ni siquiera podían respirar bien. Ninguno

con indiferencia. Sin embargo, se sentían

callado y la sala se llenó al instante de un silencio espantoso. Mientras tanto, todos

terminar su café, Armando dirigió su

mirada hizo que todos

ojos en René y Magnolia durante un breve instante antes

están aquí por Jaime.

un gesto con

demás quisieron suplicar ayuda a Armando. Sin embargo, guardaron silencio al ver

detrás de la multitud, evitando

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