Descuidado

—Está bien. Deja que Kerem defienda la arena. —Jaime no quería hacerlo porque no sabía mucho sobre los Ocho Reinos Secretos Mayores. Por lo tanto, quería observar los duelos desde fuera para averiguar las verdaderas fortalezas y capacidades de los reinos secretos.

Como Jaime ya había hablado, Casio lo obligó y dejó que Kerem defendiera su arena.

Pronto empezaron a aparecer retadores en las arenas. Sigfrido, la persona que ocupaba el primer puesto en la Clasificación de Honor Supremo, se quedó solo en la arena porque nadie sería tan tonto como para enfrentarse a él.

En ese momento, Sigfrido estaba sentado en su arena con suficiencia. Sentía que había recuperado la dignidad que perdió durante el incidente de la Campana del Dragón.

«¡Nadie se atreve a desafiarme porque todos me tienen miedo!».

Justo en ese momento, Sigfrido sorprendió a Jaime dirigiéndole una mirada, así que el primero saludó a Jaime con la mano y le preguntó:

—Jaime, has podido convocar a nueve dragones dorados hace un momento, así que debes de ser fuerte, ¿no? ¿Estás listo para un desafío?

Sigfrido estaba ansioso por luchar contra Jaime porque si lograba derrotarlo, podría recuperar el protagonismo que Jaime le había robado.

—Oh, no. No soy rival para ti... —pronunció Jaime sin vacilar y agitó la mano en señal de negativa.

Sigfrido estaba desconcertado.

hacerse un nombre. ¡Ningún cultivador cedería antes de presentar batalla! ¿Por qué Jaime

ignoró a Sigfrido y fue de una arena a otra para ver las batallas entre los distintos reinos secretos y averiguar

¿no está luchando? —preguntó

Primero quiero observar las batallas. —Jaime negó con la

Jaime esperaba encontrar oponentes más débiles para aumentar sus

tendrá tres oportunidades. Mientras no pierda tres batallas, podrá seguir desafiando a

a esbozar una leve sonrisa en

voy a desafiar a nadie. Necesito observar antes

a nadie, señor

una arena para

una mirada a Zero antes de negar con la

vio la expresión de Jaime y

Casas, ¿cree que Zero

sólo podrá resistir un movimiento de su

estaba incrédula—. Zero no

que Evangelina pudiera terminar la frase, sonó

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