Engañado

—Lárguense ahora si quieren que les perdone la vida —dijo Jaime con frialdad mientras los miraba.

Los dos individuos hicieron una breve pausa antes de estallar en carcajadas.

—¿Estás loco? ¿Crees que necesitamos que nos perdones cuando ya estás hecho una mi*rda? Podría acabar contigo con un solo golpe de mi espada —exclamó Ronan, levantando la espada amenazando a Jaime.

Al darse cuenta de que Jaime no suponía una amenaza real, se confió demasiado. A sus ojos, Jaime no era más que una presa indefensa, lista para ser cazada.

En respuesta, Jaime juntó los dedos y movió rápido la mano. Un deslumbrante rayo de luz dorada salió disparado, seguido de la Espada Matadragones que descendía. Su reluciente hoja se asemejaba a una cascada de plata, cortando el aire con un poder incomparable.

Ronan se quedó inmóvil un instante, sintiendo una abrumadora sensación de peligro desde arriba. El terror de aquella perdición inminente le produjo escalofríos.

Cuando levantó la vista, fue testigo de una avalancha de luz que descendía del cielo. Este repentino giro de los acontecimientos le quitó el color de la cara y el pánico se apoderó de su corazón.

Nunca habría podido prever que el aparentemente poco amenazador Jaime desprendiera un aura tan aterradora de muerte inminente.

ese momento, por fin se dio cuenta de que Jaime distaba mucho de ser el

esto! —¡Jaime balanceó la palma de la mano, dirigiendo la

el descuido del hombre y acabar con la pelea lo más pronto posible, matándolo

Matadragones, no tendría ninguna oportunidad contra los dos hombres que

rápido su espada larga, intentando defenderse de la luz que emitía la

¡Swoosh!

resplandor dorado atravesó el cuerpo de

intacta, el brazo de Ronan se seccionó al instante y

inmediato retrocedió, alejándose

Jaime con asombro. Nunca esperó que Jaime poseyera la habilidad necesaria para controlar la preciada espada y seccionar limpiamente el brazo de

de Jaime revelaban su formidable defensa y que no se le podía subestimar ni tomar a

las heridas y

has estado fingiendo todo el tiempo. No estabas herido en absoluto —comentó Granate, dándose cuenta de que Jaime no sólo estaba ileso, sino que

dos—. Querían tomar mi cabeza a cambio de recursos, ¿verdad? Ahora pueden intentarlo, ¡pero dudo que tengan lo que hace falta para lograr

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