En ese instante, una oleada electrizante recorrió el misterioso espacio donde se encontraba Rebella.

De repente, una diosa se materializó en medio de un estallido de luz púrpura y dorada. Llevaba una túnica blanca como la nieve y un velo a juego que ocultaba su rostro, pero el aura púrpura y dorada que la envolvía, combinada con su elegante comportamiento, la volvía divina y fascinante.

"¿Canciller?" Rebella, paralizada por la sorpresa, se levantó del vacío.

"¡Yo, Xezal Dalibo, presento mis respetos al Emperador Caden!" La enigmática diosa se arrodilló en el vacío, con su túnica blanca ondeando, mostrando profunda reverencia.

Con un rápido chasquido, un látigo divino se materializó desde el vacío, azotando a Xezal y haciéndola caer al suelo. Rebella jadeó, cubriéndose la boca cuando una herida grotesca desfiguró la espalda de Xezal.

Xezal se levantó lentamente, pero fue derribada de nuevo por el implacable látigo. Otro crujido áspero resonó cuando una nueva herida carmesí apareció en su cuerpo.

Rebella, con pánico apoderándose de su

intentaba correr hacia adelante para prestar ayuda, el látigo divino continuó su feroz

atravesar el implacable bombardeo del látigo

nunca dañaría a un

en oídos sordos. El látigo despiadado golpeó a Xezal tres mil veces antes de detenerse finalmente. Xezal yacía despatarrada en

morir. Si debemos morir, caigamos en el campo de batalla. Ese es el

Xezal

y rabia: —¡Demonio! ¡Muéstrate! No te escondas en las sombras. El Imperio Jademora

nos inclinaremos ante ningún tirano. Incluso en

con valentía.

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