Capítulo 28

Mikhail salió de la casa dando un portazo, estaba furioso, tenía ganas de romper algo. Estrelló su puño contra la pared, pero el daño de su mano no amortiguo los sentimientos que le carcomían por dentro. Rabia, traición y dolor, por primera vez sintió que la vida lo pateaba. Sin saberlo había sido un hombre afortunado, nunca había sentido un dolor así, nunca había sufrido por una traición, nunca había estado tan ciego de rabia como en ese momento. Siempre había pensado que todo saldría bien, que podía hacer una vida al lado de Jelena, que tendrían hijos y envejecerían juntos. No había estado enamorado de ella, ¿cómo estarlo si era una niña cuando se comprometieron? 

Cuando la conoció como Katia había quedado cautivado, era hermosa e increíblemente sexy, le había gustado mirarla, la había deseado como nunca había deseado a mujer alguna. Estuvo intrigado y nervioso al percatarse de que era virgen, se sintió culpable de haberla lastimado y se prometió buscarla y explorar hasta dónde los podía llevar ese deseo. Había pensado que era un hombre libre y por eso se permitió dejarse avasallar por esa mujer, había dado por culminado su compromiso con Jelena pensando que era lo que ella deseaba, nada más lejos de la realidad y ella se lo hizo pagar. 

Había estado furioso por su engaño, se sintió como un estúpido cuando se enteró de que Jelena y Katia eran la misma mujer. Eso debió decirle quién era su prometida, de lo que era capaz. Pero había estado deslumbrado por la mujer en la que se había convertido, sin detenerse a pensar en que era solo una fachada, como la portada hermosa de un libro lleno de maldades. 

Fue muy inteligente al desaparecer por veinticuatro horas después de su seducción, esa acción le había dado tiempo para enfriar su enfado y empezar a preocuparse por si ella estaría bien. Cuando se presentó en casa de su hermana, ya él había remendado el entuerto que había creado. Al mirar sus ojos pensó que había visto un poco de vulnerabilidad y miedo, entonces, Jelena había levantado su barbilla y sonreído forzadamente, por lo que en ese momento decidió darle una oportunidad de justificarse. Cuando le dijo que lo había hecho por venganza, debido a lo que pensaba que era su traición, creyó erróneamente que estaba celosa, que sentía algo por él. Deslumbrado por el deseo que sentía por ella perdonó su engaño, la justificó de mil maneras. Estaba celosa por todas las publicaciones de la prensa amarilla sobre sus supuestas mujeres, tal vez resentida por haber sido comprometida sin haber dado su consentimiento, era voluntariosa y decidida, dos atributos que le gustaron. 

Hubo momentos en los que creyó ver en su prometida cualidades que, ahora que había caído la máscara, era evidente que no tenía. Esa vulnerabilidad de su mirada era una farsa. Esa mirada cargada de amor era un engaño. Era un estúpido, en su mente idealizó a una mujer que no existía, una mujer que su mente creó y de la que se enamoró. Pero era solo eso: un enamoramiento absurdo que se acabaría con esta traición. Porque no podía amarla, no llegaría a ese punto. 

No sabía qué pasaría en un futuro. Se divorciaría, la dejaría, pero no ahora, su orgullo no le permitiría hacerlo. Ella merecía un castigo por su traición, la llevaría a su país porque Jelena lo detestaba, la tendría allí un tiempo y luego le permitiría regresar a Inglaterra. Lo de dejarla con su padre era una amenaza vana, no tenía intenciones de hacerlo, solo quería hacerla sufrir, de hecho, si la iba a llevar a Rusia, pero la dejaría con sus tías y Dimitri. 

Tendrían un divorcio discreto, no la expondría ante su familia dando explicaciones del porqué de su proceder, pero la rabia que sentía en ese momento no permitiría que saliera indemne. 

que Jelena siguiera engañándolo de esa manera. Las imágenes habían aparecido en un sitio de internet, pero su antigua asistente era una experta en informática y había logrado, junto a un amigo hackers1]. eliminarlas, porque no podía permitir que su nombre fuera enlodado de esa manera. Se lo agradecía profundamente, por eso no la llamaría, porque probablemente terminaría acostándose con ella por rabia y despecho,

trago en un vaso corto, se lo tomó de un sorbo y se sirvió otro. Paseó la mirada por el bar, había varias mujeres que lo miraban con fascinado interés. Su caro traje, sus zapatos italiano y marca de la botella que estaba bebiendo llamaba poderosamente la atención, gritaba lo que era: un hombre rico que

 

una cucharada de su

cuerpo, enfundado en un vestido negro ceñido, mostraba un pecho generoso, sin duda producto del bisturí, una cintura estrecha y unas piernas largas. No lo encendió, le dio la espalda para darle

bar buscando el tono exacto de pelo y ojos de Jelena. En una mesa cercana, una chica joven reía a carcajadas después de oír el chiste de una amiga, sus miradas se encontraron y levantó el vaso en un brindis silencioso, ella le respondió al gesto, se levantó y caminó hasta la mesa de las

con

lanzó una risita. -¿De qué dependería el placer de tu compañía?-preguntó en respuesta con

estés a compartir tu botella -contestó con una sonrisa un

se quedó con la botella mientras buscaba compañía para pasar la noche. En el ascensor la chica lo besó con una pasión fingida. Era un hombre guapo sí, pero lo más importante

ganas de follarse a la mujer habían desaparecido después del beso. En la penumbra del bar se le había parecido ligeramente a Jelena, pero cuando entraron en el ascensor se dio cuenta de todas las diferencias en su aspecto y se odió al darse

la cama, se giró y empezó a sacarse la ropa. Mikhail la contempló con el ceño fruncido, se acercó hasta ella

sigas, no

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