Capitulo 216

Si ella, con ojos ansiosos, buscara al abuelo Victor ella misma, quizá se devaluaria rápidamente.

Además, cuando estaban en Ciudad Real, el abuelo Victor la había echado de la casa

Diaz.

Esa vez, ella tenía que hacer que el abuelo Victor se disculpara personalmente. Que el abuelo Victor supiera qué se siente darse una bofetada a sí mismo.

¡Ella era la descendiente del gran médico Hipócrates!

¿Acaso era alguien a quien se podía ofender tan fácilmente?

Pronto llegó el vigésimo quinto día del último mes.

Según las costumbres de Capital Nube, ese día era el día para rendir tributo a los reyes

maya.

Como la familia Yllescas estaba en el primer piso, Sofía dispuso la mesa de ofrendas en el jardin delantero, colocó las ofrendas y se inclinó con mucha seriedad varias veces.

De repente se oyó una voz muy familiar. “tía Yllescas.”

Sofía levantó la vista y vio a Yolanda,

la hija que había criado durante dieciocho años.

“¿Yoli, tú?” Sofía se sintió algo incrédula.

Yolanda había regresado a la familia Muñoz seis meses atrás.

Era la primera vez que volvía a verla.

Instintivamente, Sofía pensó que Yolanda no tenía buenas intenciones al venir a buscarla

esta vez.

siempre había sido extraña

era cercana a ella.

e hija, su relación era tan frágil

Yllescas, permíteme presentarte a

sonrisa rígida y asintió con la cabeza a Sofía.

continuó diciendo: “Pasen, por favor, tomen asiento.”

habitaciones no era muy

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de la

llenos de desdén.

posición en ese momento de Gabriela en la

es que terminaron viviendo en una casa en tan mal

Sergio, ese apostador sin ambición, había

vivo en Voz Maravillosa

Gabriela perdiera su popularidad en la plataforma, probablemente tendrían que volver al sótano.

¡Pronto!

a punto de recuperar su belleza gloriosa y su destreza

con uno

Yolanda, y continuó: “tía Yllescas, mi madre y yo hemos venido a traerles un regalo de Año Nuevo. Por cierto, ¿no está Gabriela

no era de esas personas que les gusta aprovecharse de las cosas pequeñas, y además, sentía que Yolanda tenía segundas intenciones, como una comadreja deseando felicidad a un pollo, “Yoli,

Nuevo.”

que se traen no se

todavía se

estaba al

llenos

lugar muy sucio, no podía soportar estar allí ni un

tanto, ella nunca habría aparecido allí.

Yolanda durante todos esos años con

parecía tener frío, llevaba un sencillo vestido blanco de tirantes, y su delicada clavícula brillaba en el

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