“Entonces no te tocaré, está bien, pero me quedo. No vas a cambiar por tu cuenta —le digo, luchando contra el impulso de sofocar su preocupación usando el vínculo y llamando—. Ella aparta la mirada de mí.

“Dije que te fueras”, susurró antes de limpiarse una lágrima perdida. Mi corazón se encogió por su derrota y supe que ella me culpaba por esto; Me culpé a mí mismo.

—Te encontraré algo de ropa —le digo, levantándome del suelo y saliendo. Le encontré algo de mi ropa y la puse sobre la cama antes de pararme junto a la puerta del baño y escuchar.

Solo me encontré con el silencio y el sonido del correr del agua. Llamo a la puerta, pero ella no responde.

—Ivy, voy a entrar, ¿de acuerdo? —la llamo—. Espero, pero ella no responde, así que empujo suavemente la puerta para abrirla y encontrar su ropa esparcida por el suelo y ella sentada en el fondo de la ducha directamente debajo del agua. Su piel se puso roja por el calor que había cambiado la temperatura de la ducha.

“¿Hiedra?” Pregunté, agachándome a su lado justo afuera del chorro de la ducha. Giró la cabeza hacia un lado para que pudiera ver su rostro y sus ojos brillaron. ¿Por qué su turno no podía esperar un día más para que pudiera explicarle?

“Hace tanto frío”, murmura, y yo asiento.

—Sí, entonces tendrás calor, luego frío otra vez —le digo, y ella asiente, metiendo la cara entre las rodillas. Miro a la ventana, chasqueo la lengua y niego con la cabeza. No había luna alta en el cielo esta noche.

“Vamos, podemos acostarnos frente a la chimenea; Moveré toda la ropa de cama allí —le digo extendiendo mi mano hacia ella. Ella levanta la cabeza y lo mira.

mis labios en la línea que ella había notado. Asiento con

lado. No voy a ir a ninguna parte, pero necesito pedirte un favor que probablemente no te gustará —le digo.

“¿Qué es?”

pie. Se envuelve en una toalla, temblando y castañeteando los dientes aunque su piel estaba sonrojada. Le entrego una de mis camisas y ella se

mira antes de tomar un par y ponérselo. Se acerca a mí antes de acostarse cerca del fuego y cubrirse con el edredón. Agarro su libro, lo acerco y me arrodillo en

de que el dolor sea demasiado; Puedo leerte si quieres —se da la vuelta para mirarme. “Si se suponía que eso me haría sentir mejor, no fue así”, dice, pero bosteza. Me

marca de nacimiento?” Le pregunto, y ella bosteza

hace una pausa. “Parece

“¿Puedo verlo?”

 No —dice ella, envolviéndose más en su manta. “¿Por qué?” dice,

prometo, solo quiero verlo,

“¿Algo como qué?” exigió.

resopla y pone

¿Mi padre es el hombre del saco o el ángel de la

el rey”, se

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