JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 7. La mujer de mi vida 

Lo único que había en la mente de Rex mientras conducía en el tráfico de pesadilla de Nueva York, era que ella había tratado de decirle algo respecto a aquella propuesta y él no la había dejado, solo le había insistido una y otra vez para que la tomara, porque necesitaba una excusa para que ella se quedara con él. 

-¿¡Por qué siempre tienes que ser tan egoísta, carajo!?–se regañó mientras golpeaba el 

volante con violencia. 

Le daba lo mismo si tenía que seguirla por todo el país, por todo el continente o por todo el condenado planeta, pero no había justificación suficiente como para que ella se pusiera en riesgo por él. 

Entró a la Galería Kratus y se dirigió directamente a la recepción, lo encaminaron hacia las oficinas de Terry McBride en un segundo y Rex se detuvo delante de aquella puerta listo para derribarla cuando adentro escuchó las voces pasadas de tono. 

-¿Sabes cuántos años de cárcel le pueden caer por una denuncia de acoso sexual, señor McBride? ¿Está seguro de que se quiere arriesgar? -siseaba Abby. 

– 

-Yo no te estoy acosando… solo digo que un poco de amabilidad para tu empleador sería muy bien recompensada -respondió la voz de un hombre cascada y chillona. 

-¡Basta! —gruñó ella furiosa-. ¡Tienes tres malditos segundos para quitar tu mano de ahí antes de que la pierdas! Tres… 

El golpe y el grito ahogado advirtieron a Rex, que abrió la puerta de un empujón. Entró preparado para lo peor, y se encontró con la escena más bizarra del mundo. 

Terry McBride era un gordo asqueroso cincuentón, y la mano con que aparentemente pretendía toquetear a Abby estaba sobre la mesa, abierta, engrapada, mientras ella la sostenía por la muñeca con una mano y con la otra golpeaba sobre la engrapadora. Sus mejillas estaban encendidas y tenía los ojos brillantes de furia. 

—¡Quítamela, quítamela…! —gritaba Terry adolorido, pero ella simplemente lo ignoró mientras golpeaba la engrapadora otra vez. 

-¡Te – dije – que – me – quitaras – la – put@ – mano – de – encima! ¡Cabrón! 

—¿Abby? —dijo una voz masculina desde la puerta y ella levantó la mirada. 

-¿Rex? ¡Hola… cariño! —murmuró antes de inclinarse sobre el oído de Terry MacBride-. ¡Y como me llegue una sola demanda él te va a hacer algo cien veces peor, gordo pervertido, así que aconséjate! 

Lo soltó con un gesto de asco y se dirigió a la puerta, colgándose del brazo de Rex y llevándolo afuera. 

-¿Estás bien? -preguntó él preocupado y ella hizo una mueca—. Yo venía en plan de caballero andante para rescatarte. 

-Eso puedo hacerlo solita -respondió Abby cuando salieron al frío de la noche-. Lo único que me molesta es que no pude conseguir una exposición para permanecer en Nueva York. Lo siento… no podré quedarme más que un par de días. 

Rex se detuvo en medio de la calle y la miró a los ojos, por un lado adoraba que fuera tan capaz de cuidarse sola, y por otro odiaba que no lo necesitara para nada porque la condenada era capaz de cuidarse sola. 

-Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio murmuró sonriendo, contigo porque no vivo y sin ti porque me muero. @ 

Abby levantó una ceja sugerente. 

—Auch, qué sexy te oyes cuando se te sale el poeta perdido que tienes dentro. 

No estoy jugando Abby, quédate conmigo -pidió él y a la muchacha se le perdió la sonrisa –. Para empezar perdóname. Me di cuenta de que tenías reparos en tomar esta oferta y aun así insistí porque soy… bueno porque soy un maldito egoísta, pero si te hubiera pasado algo creo que me habría vuelto loco. -Tiró de su mano para estrecharla y Abby lo escuchó suspirar con alivio-. Esto también te lo voy a cobrar cuando te folle salvajemente. 

Abby sonrió. 

-Es muy lindo escuchártelo decir con tanta seguridad. 

Quinta Avenida hasta que llegaron al hotel donde Abby se estaba

exposición pendiente?

de momento

hacer para que

seguir trabajando… lo lamento.

la forma en que se estaba sintiendo. Sentía que de verdad se habría vuelto loco si a ella le hubiera pasado algo, fuera su culpa o no. La noche entera se le fue buscando formas de retenerla, hasta que se lanzó de la cama y puso manos

su puerta a las diez de la mañana y Abby lo miró sorprendida cuando antes que él entró un enorme ramo de rosas rojas.

Dios, Rex! ¿Estás bien? -preguntó viendo que también traía una cajita en la mano. ¿ Estás

pudo evitar sonreír mientras entraba en su habitación-. Tengo una pregunta importante que hacerte y necesito que me contestes

dejó las flores a un lado.

-OK. 

te doy una excusa para quedarte, ¿te

achicó

respuesta es “sí“, pero no creo que… -¡Muy bien,

-¿Disculpa? 

sesión fotográfica que dure… un mes? ¡Te advierto, es

humedeció los labios y se los mordió haciéndolo

de ese tamaño, cobro diez mil al

eso sin sexo?

nada, peladín peladón…

-Mala… 

tomas o

-¿A ti? 

tarado! -se

él levantándola por la cintura y la pegó a la pared. Sintió que su cuerpo vibraba suavemente contra el suyo y bajó la cabeza, apoderándose de su boca en un frenético beso.

de su cuerpo se llenaba de hambre. Rex

para que conste -murmuró él con desesperación-, te habría pagado el triple.

conste -sonrió ella toda

restregó la cara pero acabó apartándose y

sí a esto! -se arrodilló y abrió aquella cajita mientras Abby contenía el aliento, respirando aliviada cuando

qué es, muñeco? -preguntó

sí y

Rex abría con aquella llave la puerta de un

esto,

que si vamos a pasar el siguiente mes juntos, no tiene ningún caso que estemos en

decir…! ¿Vivir juntos?

te espantes! Solo será un mes. Y vamos a hacer sesiones fotográficas y

se dio cuenta de que era la

la primera vez que una mujer se lo pensaba dos veces antes

la mujer más inteligente, linda y amable que he

follarme salvajemente contra la pared acolchadita!

única! -rio Rex-. Dime que sí, un mes. Solo eso.

suspiró como si de

¡Pero

para él empezar por un mes era perfecto. Pronte se dieron cuenta de que ninguno de los dos había tenido una relación seria en su vida, y contarse eso fue una forma de admitir que tampoco sabían cómo

fans. A ella le gustaba escuchar sus aventuras deportivas, y Rex se quedaba embelesado cada vez que Abby le contaba sobre los lugares que había

colaba en la cama todas las noches, pero aunque aquel fuego no se apagaba, el simple

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