CAPITULO 70. Te amo, Miss Tropiezo Nathan insistió en que volviera a subir la escalera primero, y ella finalmente cedió con una risa. Él la siguió de cerca, con sus manos recorriendo su cuerpo a medida que avanzaban. Solo cuando estuvieron a salvo en la privacidad del avión, se permitió besarla de verdad, profunda y apasionadamente. 

– Me debe una luna de miel, señora King, y tengo la intención de cobrársela. 

Meli sonrió feliz, se acomodó en su regazo y pasó los brazos alrededor de su cuello. 

–¿Ahora sí nos vamos a Grecia? – preguntó. 

–A donde tú quieras, mi amor. A donde quieras ––sonrió él con acento feliz. 

 

Descansaron en el avión tanto como pudieron y en pocas horas ya estaban en un lugar muy especial para los dos. 

– ¿Por qué me estás llevando en brazos?... ¿Y por qué hay tanto frío? –protestó Meli acurrucándose contra él. 

– ¡Shshssh! Sigue durmiendo, es una sorpresa muy especial, pero no quiero que lo sepas todavía –susurró Nathan en su oído. 

-¿No puedo abrir ni un ojito? – preguntó Meli con una risa baja. 

– No, ni uno, ni un poquito. 

Meli sintió que la acomodaban en el asiendo de un auto y el clima se volvía cálido y acogedor. Se aguantó las ganas de espiar y en pocos minutos el auto se puso en marcha. La verdad fue que no tardó en dormirse de nuevo, y cuando volvió a despertar fue porque los besos de Nathan ya estaban calentándole la piel. 

– Abre los ojos, nena, ya está tu sorpresa. 

Meli sonrió y abrió los ojos, para encontrarse con un hermoso paisaje nevado. Al fondo las montañas se veían altas y oscuras, y frente ellos se levantaba un vapor suave y tentador. 

– ¡No puede ser!–exclamó Meli con el corazón acelerado al darse cuenta de dónde estaban ¿Islandia? ¿Vinimos a Islandia? 

eso. De alguna forma la verdadera pasión entre ellos, la que no tenía límites ni fronteras y ya ninguno de los dos había podido detener, se había desatado en aquel lugar, en las aguas termales de aquella

gusta nuestra primera parada de luna de miel?

con emoción y los dos salieron del auto de inmediato –. iJoder, qué frío! ¡Qué frío, qué frío!

se quitaron las ropas dando saltitos desesperados antes de meterse en la

Nathan hundiéndose hasta el cuello

– lo provocó Meli y Nathan

él, estrechándola contra su cuerpo

me ha pasado. La muchacha encontró su boca en un beso

Solo se enredaron en un abrazo necesitado y un beso que comenzó a calentarse de inmediato. Meli cerró los ojos y abrió los labios, disfrutando de aquella lengua invasora de Nathan en su boca. Suspiró con sus caricias y vibró con cada toque

Ambos sabían que aquel viaje era para abrirse y desplegarse sin ningún tipo de preocupación, para ser íntimos en todos los sentidos posibles y explorarse a fondo hasta encontrar aquel punto donde estallaban uno en el otro. Meli podía sentir la dureza de la erección de

manos fuertes del hombre le dieron la vuelta y la estrechó con su brazo izquierdo, sosteniéndole las

sonrió, penetrándola despacio con sus dedos y estableciendo un ritmo constante para hacerla

–le dijo en voz baja contra su oído mientras sus caricias

vio a los ojos, y supo que aquellos eran los ojos de un hombre que podía darle

a ti... Quiero que me hagas el amor... –Entonces no te muevas – le susurró Nathan y

su sexo y se empujó dentro de ella con fuerza, atrapando sus gritos de placer cuando se sumergió en lo más profundo de su ser. La escuchó gritar, gemir y pedir más y eso era lo más hermoso de todo. Se retiró un

–gimió Meli y Nathan sonrió extasiado, decidido a complacer a aquella mujer para el resto de

la hizo enredar las piernas alrededor de sus caderas. La penetró de nuevo mientras se bebía sus gemidos de satisfacción. Tocaba lo más hondo de su sexo y aunque chocaba allí, ella solo

gusta, nena? – jadeó Nathan sobre su boca y ella asintió, incapaz de hablar. –¡Sí!

moviéndose dentro de ella mientras Meli se tensaba, sus

y Meli puso las manos sobre su pecho, sintiendo el ritmo acelerado de su corazón mientras la penetraba una y otra vez, cada embestida más fuerte que la anterior. El placer era intenso, abrumador, pero

finalmente cuando no pudo aguantar más.

ir, mi amor – casi ordenó Nathan contra su oído y ella no pudo hacer nada más que rendirse a la sensación

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