JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 5.

No voy a dejar que escapes... Hagamos una aclaración válida: Rex Lanning tenía un corazón enorme. Amaba, amaba mucho, solo que jamás se había enamorado de una mujer. Había sido así desde que era muy joven, por suerte o por desgracia era bien parecido, así que chicas que asaltaran su cama era lo que le sobraba.

Tampoco intentaba justificar con eso su modo de ser, simplemente era una decisión de vida no tener relaciones serias. Y de repente llegaba aquella mujer, que quería exactamente lo mismo que él, y era exactamente como él, y que no le pedía nada... y era él el que quería mucho más de ella.

Abby levantó la vista y arrugó el ceño cuando sus miradas se encontraron.

Dejó el juego de billar y Rex dejó la cerveza para acerarse a ella.

– Ni esperes que voy a darte la oportunidad de llevártela esta noche – le gruñó a Connan antes de abandonar la barra.

Todavía parecía un objeto anacrónico en aquel bar, vestido de traje, pero no le importaba, no le importaba nada que no fuera ella. –¿Qué haces aquí, Rex? —preguntó Abby, y no había ni una sola gota de acusación en su voz, como si le diera igual verlo o no.

–Te dije que quería terminar esta noche contigo, y lo dije en serio –respondió él con voz ronca.

–Entiendo, pero ya te dije que no hago tríos. –¡Yo no te estoy pidiendo...! ¡Abby, ellas no son...! – Pero en ese momento la mirada perspicaz de la mujer frente a él lo hizo callarse, porque cualquier excusa que saliera de su boca sería una mentira.

– Escucha, las cosas no son en blanco y negro –dijo ella acariciando su mejilla con un gesto suave–. La realidad es que tú eres un mujeriego. Te acuestas con una, o dos, o tres mujeres cada noche y solo es sexo. ¡Buen sexo me imagino o de lo contrario la histérica influencer no me habría arruinado la exposición! – Los dos rieron y Rex sintió una extraña opresión en el pecho–. No estoy juzgando tu modo de vida, y mucho menos te estoy pidiendo que lo cambies, simplemente no quiero que me hagas parte de él... al menos no esta noche. Rex hizo una mueca de impotencia, porque por primera vez en su vida estaba odiando ser Rex Lanning.

–¿Entonces vas a irte con él? – siseó señalando a Connan con la cabeza y ella se encogió de hombros.

–Es lindo.

no me lo vendas más, ya me convenciste! – rio ella y de repente Rex la acercó a él con firmeza, tomando

dejar que

para acostarnos una noche.. –¿Para dos? —replicó ella con sorna—. ¿Tres? ¡Vaya! ¿Cuatro? –¡Abby! ––Escucha, cariño –suspiró ella apartando sus manos. Quizás no las conozcas muy seguido, pero hay mujeres que elegimos bien lo que queremos comernos, y la verdad es

la zona de los sanitarios. Se encaminó a la barra y se sentó, mesándose los cabellos con impotencia, cuando vio una nota escrita en una

no se esperan, se

en ningún lado, y su cerebro solo pudo imaginar al greñas escabulléndose y tirando de la mano de Abby para levársela del bar. Sintió que rabia lo invadía, y le adrenalina le corría por las venas como si estuviera justo en medio del peor partido, y salió

Connan la había sacado del bar y la tenía abrazada en

quieres que te toque, la izquierda o la derecha? –susurro él muy bajito.

– replicó Abby mientras cruzaba los brazos detrás

más corto de la historia, porque en menos de cinco segundos una mano tiró de la chaqueta de Abby, echándola hacia atrás, y el puño de Rex se estampó

te ocurra volver a besarla! –gruñó–.¡Mantén tus

echó a Abby al hombro como si fuera un fardo de patatas y la

frotó la mandíbula y estaba a punto de hacer un puchero cuando su teléfono comenzó a

zalamero– ...¿Cuidarla? ¡Por supuesto que la estoy cuidando, el tarado de

los amigos! Y en parte tenía razón, porque mientras Rex conducía su auto a toda velocidad, solo podía pensar

carro el cualquier lugar y azotarle ese bonito

después de la semana que había tenido. Rex sonrió, porque casi casi se veía tierna y frágil mientras dormía. La levantó en brazos con cuidado y se regodeó internamente cuando ella apoyó la cabeza en su hombro

es que duerme como una piedra –murmuro–. Lo malo es que cuando la piedra se despierte te va a aplastar, Rex. –Se desnudó también y suspiro mirando ese lado de la cama vacío junto a ella—.

porque ella era una “acurrucadora” natural, en menos de cinco minutos eran un enredo de piernas y brazos y nada de sexo. Y aun así esa sonrisa triunfante no se borraba de la cara de

espalda de Abby con suavidad, ¡Yo

con la que despertó el exfutbolista. La llenó de besos y de mimos aun antes de que abriera los ojos y la vio estirarse como

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