La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 19. Nunca podría ser la señora de la casa Para Aquiles Wilde era difícil decirle que no a Stephanie, en especial porque la había criado como una niña superficial y caprichosa, y veinticinco años después ya no tenía arreglo, así que cuando su hija se había antojado de aquel lujoso vestido de la colección de Armani Privé, al viejo no le había quedado más remedio que desembolsar una pequeña fortuna para hacer el pedido. Después de todo era el cumpleaños de su hija, comprometida con el hombre más rico de la ciudad, no tenía dudas de que en algún momento lograría que su futuro yerno le devolviera aquel dinero.

Sin embargo aquella misma tarde habían llamado de la tienda para decirle que desafortunadamente alguien había tomado su vestido, la tienda le había dado una compensación del diez por ciento sobre el valor de la prenda como disculpa y Aquiles se había quedado encantado. Stephanie, por otro lado, estaba furiosa. Lo que ni ella ni Aquiles podían imaginar era que iban a ver ese mismo vestido, esa misma noche, en un cuerpo muy diferente. A Stephanie Wilde le ardían los ojos, sentía que se le quemaban las pupilas solo de ver a su prima con un vestido que debía ser suyo.

– ¿Qué estás haciendo aquí? – la acusó con rabia-. ¡Y sobre todo! ¿Por qué traes puesto mi vestido? ¿¡Cómo pudiste robártelo!? Meli apretó con fuerza la mano de Sophia.

-Yo no me robé nada… -¡Claro que sí! -replicó Stephanie y Nathan sintió que le hervía la sangre en las venas. ¿Stephanie pretendía comprar un vestido con el dinero que su familia estaba robándole a Meli, la trataba como criada y encima tenía el descaro de llamarla ladrona?-. ¡Ese vestido es caro, carísimo! ¡No hay forma de que lo tengas a menos que lo hayas robado! Nathan estaba a punto de responderle cuando su hija dio un paso adelante. -¡Yo se lo compré! — declaró Sophia con fuerza y Stephanie la miró como si fuera un gremlin recién mojado-. Meli no se robó nada, yo se lo compré porque es mi invitada. 2

-¿Qué…?

-¡Mi papá mie dio permiso para traer a una invitada y yo se lo compré! —espeto la niña y en ese mismo instante a Stephanie Wilde se le cayó todo el teatro, entendió por qué le habían negado el vestido a ella, obvio los King eran más

importantes, y además habían preferido gastarse una pequeña fortuna en la estúpida de Amelie.

-¿Al menos me trajiste un regalo de cumpleaños? – le preguntó a Nathan entre dientes, intentando no gritar. -¡Ah, por supuesto! ¡Eres mi prometida, Stephanie! ¿¡Cómo podría olvidar tu regalo de cumpleaños!? —respondió él entregándole una caja cuadrada envuelta en lujoso papel de regalo.

Medía unos veinticinco por quince centímetros y pesaba un poco, así que Stephanie sonrió de oreja a oreja al imaginar un collar lleno de diamantes o algo exageradamente caro.

Abrió el regalo con impaciencia y encontró un libro dentro, un pequeño libro, hermoso y elegante.

– ¿Qué es esto? – preguntó confundida. -“La insoportable levedad del ser”, de Milan Kundera, iprimera edición! -dijo Nathan con orgullo—. ¡Lo elegí yo mismo! Stephanie parpadeó como si la hubieran golpeado. ¡No podía ser cierto! ¡Tenía que ser una broma! -¡No me gustan los libros! -gruñó-. ¡Literalmente, el vestido de la niñera de tu hija cuesta diez mil veces más que esto! Nathan miró a Amelie.

– Invitada – le recordó a Stephanie-. Pero bueno… es que ese lo compro Sophia… debe ser mejor compradora que yo…

-¿¡Tú crees!? -escupió Stephanie fuera de sí.

Y en ese momento Aquiles se acercó a ella con una sonrisa forzada en los labios, intentando calmarla.

pedido hacía semanas, pero la tienda avisó que alguien más lo había comprado y le dio una compensación por él. Es lógico que se sienta incómoda al saber que su prometido prefirió gastarse

levantó una

señor Wilde? ¿Debería llevarme a Amelie a la primera habitación vacía, desnudarla

como si le dijera que en ese caso tenía intención de quedarse en ese cuarto

ni la champaña en ese momento. La ira ardía en sus ojos, como si sus pupilas fueran de fuego. Y los King se apresuraron a alejarse de ella mientras los señores

por champaña, hija? –preguntó el abuelo King ofreciéndole su brazo a Meli y ella aceptó con cortesía, alejándose de

casi lista, papi! -exclamó Sophia, chocando los cinco dedos con Nathan apenas se quedaron solos.

pero ¿ya te dije que eres la niña de

. Ya casi

que le falte mucho — dijo Nathan aguantando la risa—. Poco más y se convierte en

y nos la quedaremos para siempre? – preguntó la niña con una

todo el mundo la está mirando! i Seguro que todas las personas aquí se la quieren llevar también! -dijo la niña-, ¿Y si no se quiere ir con nosotros? ¡Tú

sonrisa—.

en ella, especialmente los ojos de los hombres. Incluso cuando hablaban con otras personas, sus miradas sė desviaban por un

verdad era loca, pero era una loca bastante razonable teniendo en cuenta que

estos extraños? ¿Cómo podía asegurarse de que nadie se llevara a Amelie? – Iré a hablar con ella — dijo, y sin esperar respuesta, se alejó entre la multitud. Sophia se cubrió la boca con las manos, riendo, y un segundo después el abuelo

casi lista, abuelito! -exclamó palmeando la mano de su mano y el abuelo levantó una ceja acusadora. 7 – No tendrás una

—No.

Nathan y Stephanie. Sin embargo la noche estaba lejos de acabarse y en pocos minutos todo se iba a descontrolar. -¿Estás bien? – preguntó Nathan acercándose a Meli —. Esa copa de champaña debe

no es edad legal

que eres de las que sigue las reglas porque a estas alturas del campeonato ya no te lo creo – dijo Nathan inclinándose

mordió el labio inferior y Nathan King sintió que se le aceleraba la sangre en las venas por aquel simple gesto. ¿Qué diablos tenía aquella chica que parecía gobernar su cuerpo

cuidando de Sophia —respondió

una invitada, no una

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