JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 2.

Un adelanto del fuego del infierno St. Armitage era una de las galerías más famosas y respetadas de Boston, tenía seis salones y exposiciones casi todos los días, muchas de ellas de arte contemporáneo. Rex atravesó las puertas, listo para comenzar a indagar sobre la loca que lo había dejado medio desquiciado y medio lisiado la noche anterior, cuando la lujosa cartelera de la entrada lo detuvo. Había seis nombres, de seis artistas en exposición aquella semana, y una de ellos era ABBY LAWHE. ¿Sería la misma? Rex no creía en las casualidades, así que se acercó a una de las anfitrionas de la galería y le preguntó. 

– ¿Abby? ¡Claro! Está en la sala tres, terminando de ajustar todo para su exposición. Ella estrena esta noche. 

Rex agradeció y se dirigió a la sala tres, para encontrarse paredes rodeadas de fotografías inmensas, de tres por tres metros. Todas eran imágenes de la naturaleza, paisajes, animales, pero eran preciosas. Una de ellas en particular hizo que Rex se detuviera, era la fotografía de media docena de orcas en el ártico. 

–¿Te gustan las ballenas? –murmuró una voz a su espalda y Rex sonrió. 

 

–Conozco a alguien que las ama–suspiró antes de girarse para enfrentar la figura sonriente y altiva de Abby Lawhe, la chica de sus pesadillas. 2 

–¿Qué haces aquí, Rex? –¿Por qué escapaste anoche, Abby? –replicó él dando un paso para acercarse a ella y la vio sonreír con soltura. 

–No me digas que viniste a reclamarme un orgasmo. Creí que el gran Rex Lanning no lo necesitaba. 

– iBaja la voz! –dijo Rex mirando a todos lado, porque estaban rodeados de trabajadores moviendo cuadros. 

¿Y por qué? “Orgasmo” es una palabra perfectamente normal y aceptada en el diccionario. ¿ No te gustan los orgasmos? Rex se puso rojo. ¿Cómo era posible que aquella mujer consiguiera avergonzarlo con pocas palabras y mala actitud? 1 

–¡Me gustan tanto como a cualquiera! ––siseó acercándose a ella para hablarle al oído, y sintió el estremecimiento que intentaba ocultar–. Me gusta cuando los provoco, pero también me gusta tenerlos, y resulta que contigo no tuve ni uno y eso es... 

–Frustrante. ¿Verdad? –murmuró Abby y por alguna razón Rex sintió que se estaba burlando de él. 

Tiro de su mano y miró alrededor hasta que localizó un corredor que los llevó lejos de las salas de exposición, en un segundo estaban entre la gente y al otro él abría una puerta y la empujaba contra la primera pared de uno de los almacenes para besarla como un poseso. ¡No! ¡No se le había pasado la calentura! ¡No se le pasaría hasta que no se la follara salvajemente! 

––¿Para qué demonios me querías si masturbarte era algo que podías hacer perfectamente sola? –gruñó mordiendo sus labios. 

–Pues es que masturbarme está bien, pero follando conoces gente. –Abby se encogió de hombros—. A veces esa gente es interesante, a veces no. 

¿Estás diciendo que yo no soy interesante? 

de gusto Pero si tan desesperado estás por el orgasmo que te debo–ronroneó sobre su boca–, esta vez yo me pondré de rodillas frente a ti, te daré la mamada de tu

locura y el “amigo fiel” todo a la misma vez, mientras

te

en los vestuarios de tu estadio está bien, pero yo no soy alimento para mascotas – sentenció Abby– ¿Entonces, qué vas a querer? Rex se restregó la barbilla con una mano y negó, conmocionado.

los pareces —sonrió Abby pasando junto a él. Rex la vio irse y aquellas palabras se quedaron rondando en su cabeza. “¿Alimento

“perro“? —murmuró sorprendido y corrió tras ella—. ¡Oye...! –¡Rex, no! –dijo Abby girándose con impaciencia–. ¡No me gustan los hombres insistentes

de repente y ella frunció el ceño. Lo miró

vamos – respondió por fin. –Creí que yo no

me gusta comer.

humedeció los

las siete. Abby recordó que su exposición comenzaba

el restaurante

lujosos, y Rex reservó una mesa especial, privada y apartada en el mejor de ellos. Algo importante había que aclarar: él no llevaba a cenar a ninguna mujer, ijamás! Pero cuando se detuvo frente a la galería y la vio salir con aquel vestido negro de

razones. ––¿Te vestiste para provocar infartos? — le preguntó ofreciéndole su

a ser la causa

privada y él simplemente no podía dejar de mirarla. Había algo en ella, cuando hablaba, que le tocaba cada fibra aunque no entendía qué era. Hablaban de cosas triviales y aun así él estaba desesperado por morderle aquella boca. Y si eso

La sacó de su silla y la sentó a horcajadas sobre él mientras los vuelos del vestido cubrían lo que estaba pasando. Respiró pesadamente y Abby sonrió al sentir aquella erección descomunal

como con ninguna mujer, no hago nada de esto, no... hago nada aparte de follar y ya –gruñó con sinceridad mientras apretaba los dientes en una mueca de impotencia–. Y tú... ¿por

cabello de su nuca,

tú todavía no lo sabes, pero yo soy un adelanto

pensamientos, pero solo pudo dejarse llevar mientras ella lo besaba con posesividad, como si estuviera declarando que podía hacer con él lo que quisiera. Sus lenguas se enredaron en un baile perfecto y ella gimió

de caballeros, te veo ahí en cinco minutos

vio apresurarse hacia

te viste lindo corriendo, condenado.

Cuando aquella mujer entrara por la puerta se la iba a follar en todas las posiciones del kamasutra: el perrito, la locomotora, el helicóptero invertido y el elefante mareado... El problema fue que

venir... – chillaba mordiéndose el puño–. jLa hija de puta no va

cinco minutos y logró salir de aquel baño sin que se le hiciera una carpa de campaña en el pantalón... lo dejaremos a la imaginación de nuestras queridas lectoras. Lo cierto fue que cuando salió de allí el

la galería, donde ya se estaba desarrollando la exposición. Escuchó atentamente la presentación de la anfitriona y sobre las cabezas de la gente, su mirada se encontró

es una

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