ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 8. ¿Tú sabes kung fu, karate y esas cosas?

Aaron esperó la explosión de carácter, el enojo, el berrinche las siete groserías. La frase que debía salir de su boca era: Tú a mi no me dices a dónde puedo o no puedo ir.

Pero para su sorpresa la muchacha apretó los labios y respiró profundo.

-OK–gruñó y se metió en su cama enfurruñada.

-Dulces sueños, angelito -respondió Aaron antes de salir y apagar la luz.

Se fue a su sofá y se sentó a ver la pelea con aquella sensación de triunfo. Si se inclinaba a un ladito podía ver la curvita de su trasero bajo el edredón, así sabía que seguía ahí. Media hora después la curvita seguía en el mismo lugar, y una hora después… la curvita no se había movido ni un milímetro.

Aaron arrugó el ceño con sospecha y de inmediato se levantó. Entró a la habitación en penumbras y quitó el edredón de un tirón solo para encontrarse que la curvita había sido astutamente rellenada con una almohada.

Por un segundo el guardaespaldas se quedó mudo. ¡Se había escapado! De verdad se había escapado y él no tenía ni idea de cómo… hasta que se asomó a una de las ventanas y vio la escalera de incendios.

-¡Tiene que ser una puta broma! -gruñó- ¿Cómo se me pudo escapar? ¡A mí! 6

En cuestión de segundos estaba vestido y activó el rastreador que le había puesto a su auto. Su destino era el centro de la ciudad, donde por supuesto estaban todos los clubes nocturnos. Se dio la vuelta y salió corriendo del departamento mientras se ponía una chaqueta de cuero. Subió en su auto, el que Sibar le había traído el día anterior junto con su maleta, y arrancó en persecución de aquel puntito verde.

Con los frenos chirriando, Aaron estacionó el auto afuera de un club nocturno. El que el cielo estaba tintado de rosa y morado sobre el complejo por las luces estroboscópicas, y todo parecía estar revuelto y activo. La música se escuchaba a distancia, los bajos del sistema de sonido sacudieron su cuerpo cuando estuvo en el umbral, pero antes de subir las escaleras, se fijó en un pequeño negocio que había a un costado y se detuvo frente a él.

Había un muchacho joven en el mostrador y Aaron señaló a una de las camisetas negras que colgaban de una percha. Luego sacó su teléfono con una foto y la puso frente a él.

-Quiero esa -declaró tomando un pequeño bloc de notas y escribiendo algo-. Con esto encima… y esto debajo. 1

El muchacho lo miró y sonrió con sorna.

-Tú no te quieres la vida -murmuró-. Dame cinco minutos.

-Tres y te pago el doble -respondió Aaron.

En efecto, tres minutos después sonreía de oreja a oreja mientras se ponía aquella playera y subía las escaleras hacía el club.

El interior estaba lleno de gente bailando, cantando y gritando sobre una pista en medio; las mesas rodeaban la pista como si fueran un anillo y había cuatro barras atestadas de gente.

No le tomó mucho tiempo localizar a Nahia sentada en una de ellas. Se detuvo, mirándola con los ojos entrecerrados. Llevaba un pantalón ajustado de cuero, sexy pero difícil de quitar, de los que chillaban. Una blusa coqueta y el cabello recogido en un moño desordenado. Tacones de aguja no demasiado altos y nada de bolsos.

¡Pooooooor supuesto que tenía cien buitres alrededor! ¡Cómo no, si era un dulcecito!

Sin embargo el primer instinto de Aaron no fue ir a confrontarla. En cambio se sentó tres sillas más atrás, en su punto ciego donde ella no podía verlo pero cualquiera que se le acercara sí, y esperó a que el idiota de turno que intentaba conquistarla lo mirara.

alejándose de ella y perdiéndose en la multitud que bailaba. Nahia arrugó el ceño, aquello le había parecido raro, pero tampoco era tan creída como para negar que podía no gustarle a alguien, así que optó por seguir divirtiéndose sola hasta que un muchacho muy guapo

pero no llegó a saber nada. más aparte de que se

entre la gente y

giró en redondo y se marchó sin haberse presentado siquiera, Nahia miró a todas partes y casi se le

que estaba sentado. Tenía puesta una playera negra que le marcaba cada maldito músculo, pero ese solo era un conflicto menor, porque aunque

puesto.

era que en medio de aquella playera estaba

MUY CARO“, y abajo decía:

literalmente sacó al que estaba al lado suyo en una banqueta y le

aquí? -siseó Nahia sorprendida.

trabajo -murmuró él como si no fuera

después tenía la espalda pegada a la

lado -murmuró él en su oído haciendo que se le erizaran hasta los pensamientos. Y esta es

frente a mí -rezongó ella mirándolo a los ojos, pero Aaron solo sonrió

aseguró Aaron y ella sonrió de medio lado.

-¿Cuándo me escapé?

él-. Habría jurado que eras más madura, no creí que te escaparías de tu guardaespaldas cuando hay

y se sentó

una paliza, tampoco es como que sea un

porque en eso tenía razón, así que siguió bebiendo con mucha calma. Un minuto después Nahia lo miraba con frustración y le

sabes kung fu, karate

porque soy

porque te estás tomando mi cerveza -replicó

de vuelta… -Se empinó la botella terminando de tomarsela y Nahia lo vio meter

que acabó

para sus adentros mientras la seguía, pero apenas llegó al estacionamiento

ya

advirtió inclinándose sobre su ventanilla-. Así que aconséjate y vete a casa antes de que te haga

y lo dejó allí, pero cuando Aaron se subió a su coche

en subir tras ella y antes de subir se detuvo en una pequeña tienda

en el departamento ella ya estaba

-ofreció él enseñándole el paquete de seis que había

encimera y abrió una botella mientras Aaron hacía un esfuerzo por no notar la forma en que sus

qué es esa basura de

muevas bien siendo virgen -replicó él y a

reía, ella tosía… el epitome de la comedia

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