La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 44

CAPÍTULO 44. ¿Cómo decirle que era muy posible que estuviera...? Nathan parpadeó despacio, tragando saliva. ¿Decirle algo? ¿Decirle qué?

– ¿Te sientes mal? ¡Dime la verdad, nena, no te puedes callar estas cosas...! –Te quiero –confesó Meli y al hombre frente a ella se le erizó hasta el alma.

–¿Eh...? – Los labios de Nathan se movían pero no salía nada—. ¿Es en serio? ¡Júrame que lo dices en serio, Meli, por favor! ¡Dime que no estás mintiendo!

–No estoy mintiendo –respondió Meli, con un nudo nervioso formándose en su estómago.

Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras miraba los salvajes ojos de Nathan King. Podía sentir el temblor nervioso de sus extremidades mientras respiraba profundamente y por fin pronunciaba las palabras que había estado reteniendo durante tanto tiempo.

– Nathan –dijo en voz baja, mirando sus manos que se retorcían nerviosas en su regazo–. Te quiero. Sé que es una locura y algo repentino, pero no me quiero callar lo que siento.

Nathan la miró fijamente, con el rostro completamente congelado. Parecía sorprendido, incapaz de encontrar las palabras para responder a la confesión de amor de Meli. Finalmente, dejó escapar un suspiro tembloroso, atrajo a Meli hacia sus brazos y una sonrisa tentativa comenzó a aparecer en su rostro. Mirándola profundamente a los ojos, susurró con suavidad:

– ¿Sí sabes que te tardaste mucho en decirlo? – la acusó–. ¡Dios, yo también te quiero, Meli! –murmuró contra su pelo mientras ella enterraba la cara en su cuello y sonreía–. Más que a nada.

Durante las siguientes semanas, Nathan y Meli trataron de mantener la cordura el tiempo que les quedaba en el hospital. Pasaban horas hablando de todo, desde su infancia hasta sus esperanzas para el futuro, y Nathan sentía como si Nathan hubiera estado con ella desde siempre. Se estaban enamorando hasta los huesos y los dos lo sabían.

Por fin, nueve semanas después de su operación, el doctor Benson aceptó darle el alta con la recomendación de que no hiciera esfuerzos.

Nathan la llevó a casa, la cargó por las escaleras estilo princesa y fue categórico cuando la acostó en la cama.

– ¡De aquí no te bajas! – le advirtió. –No hay problema, yo obedezco – rio Meli.. –¿En serio?

que sí! Yo no me bajo

desgracia, el regreso a casa de Meli era algo importante que celebrar, así que pasaron al menos un par de días antes de que Sophia dejara de dormir entre ellos. Cuando por fin las cosas

dio cuenta. Meli llevaba una bata cortita de dormir en satin color celeste y le habían

por” Campanita“! 1 Ella sonrió y Nathan la rodeó con sus brazos, besándola con una delicadeza que se fue

su labio entre los dientes para impedirle que

brazos y la llevó hasta la cama, dejándola delicadamente sobre las sábanas. Ella gimió cuando él se alejó, pero contuvo el aliento cuando se dio cuenta de

de caricias, explorando cada centímetro de su piel hasta que ella se estremeció y gimió implorando más. Era hermoso conquistar su cuerpo centímetro

por tenerlo dentro de ella que temblaba de deseo, pero sabía que Nathan quería ir despacio, así que se obligó a esperar. Por fin, cuando ambos estaban al borde del delirio, él se colocó entre sus muslos y ella lo rodeó con las piernas, atrayéndolo hacia sí. Lentamente, centímetro a centímetro, fue penetrándola hasta estar completamente dentro de ella. Fue moviéndose, despacio al principio, para ir

se movían con la misma urgencia y deseo de siempre. Mientras su piel ardía de pasión, Nathan le

sin inhibiciones, abrazándolo con fuerza mientras él la llenaba una y otra vez. Los gemidos y los gritos de placer de Meli se mezclaron con los profundos y roncos gemidos de Nathan hasta que ambos llegaron al clímax de forma explosiva, derramándose el uno en el cuerpo del otro. Nathan sonrió al escucharla gritar su nombre mientras se corría y él no tardó en seguirla. Jadeó su nombre mientras terminaba, apoyándose sobre sus manos para no caer encima de ella. Luego hizo una graciosa voltereta para caer a su lado y suspiraron juntos, felices, exhaustos

sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas ante la belleza de aquellas palabras.

cerrar los ojos y entregarse también al sueño. Era más feliz de lo que había sido nunca en su

la mañana siguiente, a pesar de todas las protestas de Nathan, Amelie se arregló

verdad tengo

Nathan, preocupado–. Lo que necesites de la universidad puedo hacer que

encerrada y me volveré loca si sigo así —respondió ella sonriendo–. Solo iré a saludar a los chicos y ver si pueden admitirme de nuevo en el próximo semestre

estoy seguro de que te

universidad solo para que yo vaya? –preguntó Meli con un

– rio Nathan

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