Capítulo329

Alejandro le daba la espalda, su corazón dio un vuelco y sus labios se curvaron involuntariamente hacia arriba. Sin embargo, en ese momento, no tuvo el valor de enfrentarla.

Pol apretó los labios, una sombra de oscuridad cruzó sus ojos. Aunque Clara y Alejandro se habían

divorciado, y lo habían hecho en términos poco amigables, la situación había sido catastrófica. Aun así, él sentía claramente que entre ellos seguía existiendo una red de emociones intrincadas y

sutiles, que los unía de manera casi imperceptible.

-Alejandro, aclara las cosas antes de irte–Clara avanzó fríamente un paso hacia adelante,

clavando su mirada en la espalda erguida del hombre, -No sigas viniendo a mi casa a escondidas.

Temo que tenga pesadillas por la noche.

Se hizo nudo en la garganta, Alejandro tembló, se volvió hacia ella y dijo palabra por palabra: -No

es nada, solo que estos días he estado sufriendo de insomnio. 1

Clara frunció ligeramente el ceño, sin entender cómo su búsqueda en Valencia tenía relación con

su insomnio

¿Su insomnio tenía algo que ver con ella?

-Si no puedes dormir, toma pastillas para dormir. Venir aquí no solucionará nada.

-Ya está solucionado–los ojos oscuros de Alejandro se encontraron con los de ella, -Esta noche,

creo que

decir esto, volvió a

estupefacta mientras se alejaba, hasta

noche de Valencia. Luego,

coche, Alejandro sintió una oleada de cansancio abrumadora que lo envolvió

sido drenada por completo,

que cuando llegó.

en el volante, los músculos firmes de sus brazos se tensaron,

se volvió agitada y

y Pol entrar a Villa Hermosa, hasta que la puerta se cerró de golpe detrás de ellos,

dio un vuelco.

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teléfono y marcó

qué puedo

para

lo que quieres que

Pérez y la familia García, la relación entre Clara y

una mujer que se deje conquistar

sea como lo

investigar de inmediato!

tono se volvió animado. Luego, reunió valor y murmuró: -Si hubiera confiado en la señora desde el principio, ¿cómo podría haberla dejado?

de acercarse a

digas más, ve y ocupate de ello de inmediato–Alejandro apretó los dientes.

-¡Por supuesto!

Al principio, ella no quería prestarle atención, no le importaba lo que el hombre estuviera haciendo

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