Capítulo582

Clara fue la primera que no pudo contenerse, frunció el ceño, y ordenó directamente delante de su abuelo: ¿Qué estás mirando, no te das cuenta, que te encuentras herido? Sigues sin darte prisa en

quitarte la ropa.

-En frente de

estaba vacilante.

¿En frente de tanta gente? -Alejandro preguntó tentativamente y su rostro

-¿Qué te pasa? ¿De qué tienes miedo eres un hombre adulto? ¿Hay algo en ti que otros hombres no

tienen? ¿O hay algo que otros hombres tienen y tú no? –Al verle tan tímido, los hermosos ojos de

Clara se llenaron de impaciencia.

César luchó con el miedo, mientras murmuraba que la señorita hablaba demasiado rápido.

En el pasado, la señorita solía ser muy amable y considerada con el señor Hernández.

Pero ahora, su actitud hacia el señor Hernández había cambiado, y sus palabras eran mezquinas.

Alejandro levantó su apuesto y pálido rostro, con una sonrisa amarga en sus ojos llenos de amor profundo, y dijo no me refería a eso….. Simplemente pienso que no es necesario que haya tanta gente aquí solo para tomarme una medicina.

a mi

y se sintió avergonzada mientras apretaba sus dedos. Realmente era el hombre más desvergonzado

quedarán aquí. Clara tiene algo de conocimientos médicos, puede ayudar al doctor. ¡Todos los que no tenemos nada que ver debemos

el anciano quien tuvo la perspicacia de empezar a ayudar a

es la que me ha cuidado. Alejandro observó profundamente a Clara, su sonrisa se volvió más amplia: -Así que, Dr. Martínez,

a Clara, cada uno con una sonrisa intrigante bajo

estaba tan enfadada que realmente quería

abuelo y los demás salieron, dejando a Clara y a

estaba en un silencio

respiración de Clara se encontraba agitada mientras ordenaba

-Bien.

portó bien y, sin decir una palabra, se

había sido destrozada por el látigo, pero el movimiento

el dolor le hizo fruncir levemente el ceño, y soltó un leve grito. El, siendo un soldado que

este nivel de

Lo hizo a propósito.

mismo, ya que no podía recuperar el

un poco de compasión de

muevas,

apresuró Clara a presionar

de Alejandro dio un vuelco

dorso de la mano de ella. La calidez de su palma sumergiéndose en sus músculos en hebras, penetrando en su

-De acuerdo, escucha.

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