Capítulo 569
Rowena se quedó helada. De repente, ahuecó la cabeza con las manos y se rió. Estás aquí para vengarte, ¿verdad, Maisie? Estás aquí para matarme, ¿verdad? ¿Qué puedes lograr matándome?
La miró con saña y dijo: “Si me matas, ¿esas personas volverán a la vida? Jajaja, hazlo entonces! No me sentiré solo cuando los tenga conmigo en el infierno”.
Apretando el puño con fuerza, Maisie giró la cabeza y la miró. “¿Quién te dijo que tienes derecho a ir allá y estar con ellos?”
“En otras palabras, no puedes matarme”, dijo Rowena mientras se encogía de hombros. Había una sonrisa maníaca en su rostro, y continuó de una manera altiva. “Jugar algunos trucos sucios es todo lo que puedes hacer. Incluso si me odias hasta la médula, ni siquiera puedes matarme.
Maisie sonrió y dijo: “¿Por qué debería ensuciarme las manos porque te odio?”
Mientras se acercaba a Rowena, dijo: “Daniel ha recibido lo que se merece por todo lo que ha hecho. En cuanto a ti, será una misericordia si te mato, y la misericordia es lo último que quiero darte en este momento”.

Rowena agarró el cuello de su camisa y gruñó: “¿Qué diablos quieres? ¿Crees que puedes matarme?
Un guardaespaldas se adelantó y apartó a Rowena.
La empujó y ella cayó sobre la cama.
Maisie se quitó el polvo de la camisa que Rowena ensució. “¿Quieres experimentar cualquier tortura que Nolan haya estado sufriendo durante los últimos tres años?”
“¿Qué es lo que quieres hacer?” La expresión de Rowena cambió. Entonces, vio que Saydie se le acercaba con un maletín.
Dos guardaespaldas se adelantaron y la inmovilizaron en la cama. Ella trató de resistirse pero fue en vano. “Maisie, ¿vas a inyectarme el virus? ¡No puedes hacerme esto! ¡Quiero ver a Nolan! ¡Quiero ver al abuelo!” ella gritó.
Un guardaespaldas levantó la mano y la abofeteó, lo que hizo que su cabeza se volviera hacia un lado. Pronto, una roncha roja apareció en su mejilla.
Maisie la miró inexpresivamente y dijo: “La enfermedad y el dolor son peores que la muerte, especialmente cuando uno muere en un lugar donde nadie puede encontrarlos”.
Rowena negó con la cabeza, pero solo pudo emitir un gemido ahogado.
“Perder tu libertad, sufrir una enfermedad y morir solo es el mejor lugar para que termines”. Maisie se rió.
Dos guardaespaldas inmovilizaron a Rowena con fuerza sobre la cama y le taparon la boca. Saydie abrió el maletín y sacó una jeringa.
Rowena gritó y gritó desesperada, pero los gemidos fueron todo lo que logró sacar de su boca. Las lágrimas comenzaron a caer por el rabillo del ojo cuando Saydie inyectó la mitad de la sustancia azul en su torrente sanguíneo.
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