La cara de Evrie se puso roja como un tomate.

El aroma único y característico de Farel le envolvía, haciéndole cosquillas en la cara, era un calor agradable mezclado con una indefinible insinuación.

—Yo solo estaba hablando por hablar, para evitar que Leandro me siguiera preguntando, tranquilo, sé muy bien lo que hay entre nosotros, no me voy a hacer ilusiones—, se apresuró a explicarle Evrie, con el temor de que él malinterpretara algo.

—Entonces, ¿no quieres ser mi novia? — Le preguntó Farel, ladeando la cabeza con una mirada profunda.

Evrie se quedó muda. ¿De dónde había salido esa pregunta?

Era como si le hubieran lanzado una bomba sin aviso. No importaba lo que respondiera, ninguna opción era la correcta, y en la relación tan particular que había entre ellos, ella no se sentía con el derecho de contestar a esa clase de cuestionamientos.

Levantó la vista hacia él y contraatacó —¿Y tú, quieres ser mi novio? —

Las miradas de ambos se entrelazaron en el aire, se mantenía una tensión pura, pero ninguno cedía.

Después de un momento, Farel desvió la vista sin darle respuesta.

—Ve a cambiarte, te llevo al trabajo de paso—, Le sugirió él.

—Ah…— fue lo único que Evrie alcanzó a murmurar, agachando la cabeza y sintiéndose decepcionada.

Por alguna razón, en ese instante, sintió una pequeña tristeza en su corazón.

¿Tristeza? ¿Por no poder ser la novia de Farel?

Cuando Evrie regresó a su habitación, se dio cuenta de que ya estaba vestida.

transparentes de aceite, apenas visibles a menos

preparaba los espaguetis

vista de águila, y un gusto por la limpieza

su armario algo más para ponerse, mientras Farel la esperaba pacientemente sentado en

de sus múltiples encuentros íntimos, todavía se sentía tímida al cambiarse delante de él y cerró con llave la puerta

y un delgado cinturón negro, como su

—Bibibi—

zumbido del teléfono en

una llamada de

tu collar, ya hicieron el pedido en el sitio de segunda mano que publiqué.copy right

no olvides

se

collar en sus manos, recordando que

qué andas con eso en la mano? Nunca te lo

y le respondió con una excusa apresurada: —Claro

con él—,

abrió la caja y trató de enganchar el delicado

más grandes y firmes tomaron el cierre y

y el brillante diamante le daban un aire de madurez

los números 0099

con el resultado, abrió la

se atrevía a moverse, siguiendo a Farel hacia el coche con un

aparcado frente al Grupo Reyes,

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