Evrie salió de la cafetería cuando ya había caído la noche.

En su mano tenía esa delgada tarjeta bancaria, sintiendo de repente un peso en su corazón.

El millón que había soñado tener ahora estaba fácilmente en sus manos, pero no podía sentirse feliz.

—Bibibi… bibibi…—

El celular comenzó a vibrar, interrumpiendo los pensamientos de Evrie.

Sacó el teléfono y vio que era Farel quien la llamaba.

—¿Dónde estás? —

Después de contestar la llamada, escuchó la voz grave de Farel preguntándole.

Había silencio en su entorno, solo se oían puertas cerrándose, parecía que acababa de llegar a su departamento.

Evrie miró hacia el cielo oscuro y se mordió el labio antes de dar su ubicación—Estoy en el hospital. —

Hubo una pausa en la llamada y la voz de Farel se elevó un poco—¿Estás enferma? ¿Qué haces en el hospital? —

—No, no es eso. —

Evrie pensó un momento, y determino que lo de su padre era demasiado complicado para explicárselo por teléfono.

Farel tampoco insistió, simplemente tomó las llaves del auto y le dio instrucciones con voz baja.

—Quédate donde estás, voy por ti. —

Dicho esto, colgó.

Farel había tenido una cirugía de último momento y por eso salió tarde del trabajo. Al regresar, encontró la mesa llena de comida pero a Evrie no la vio por ningún lado.

Presintiendo que algo no iba bien, decidió llamarla.

Tras colgar, Evrie caminó sola desde la cafetería hasta la entrada del hospital.

El hospital quedaba cerca del Barrio El Magnético, y en menos de diez minutos, un Range Rover familiar se detuvo frente a ella.

Evrie abrió la puerta y subió al vehículo.

el hospital, qué

a Evrie.copy

estaban rojos y parecía cargada

la mirada y le dijo con voz baja—Mi papá tuvo un

—¿Ah sí? —

algo

instante,

cómo Evrie podía salir del hospital, asumió que Pablo ya no corría

historias en las que alguien tiene un accidente y necesita una gran suma de dinero las había visto demasiado en el hospital. Si no se equivocaba, los médicos le habrían dado a Evrie

Era un millón.

extrañar que se

sonrisa, aún con intención de burlarse de

que la suerte no está de tu lado,

sí que

Le sobraba el dinero.

los ojos gachos, realmente parecía desolada, como un gatito

Daba pena verla así.

preguntó a propósito—¿Y tú

tarjeta bancaria en su mano,

sí lo tengo.

la vista y la miró con desgano—¿Lo

con la voz algo ronca—¿Y qué condiciones vas a ponerme

la mano para tocar el delicado rostro

lado hasta que me

a mi lado, te daré lo que quieras. Dinero, una casa, joyas, lo que pidas, si

una generosidad que parecía

solo sentía la

ambos querían compensarla con dinero

valoraba realmente, solo la veían como un

cansarás? —Le preguntó Evrie—¿En un año, dos, tres, cinco años, quizás diez u ocho, o medio

—No estoy seguro.

franqueza—Los gustos de un hombre son impredecibles.

respuesta, el trato estaba claro, y aunque no lo dijera en voz alta, todos sabían que el juego entre

tiempo más podría disfrutar de la

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