Evrie fue despertada por un bullicio ensordecedor.

Todavía estaba somnolienta, la puerta de su habitación se abrió de golpe y Leandro entró apresurado, tomándola de la mano para correr hacia fuera.

Tropezando y casi sin poder seguirle el ritmo, Evrie apenas mantenía el paso mientras cruzaban un largo pasillo. De repente, Leandro se detuvo frente a una pared y, tras presionar un par de veces en un punto específico, una estrecha puerta secreta se reveló ante ellos.

Era un pasadizo oculto.

Leandro arrastró a Evrie hacia el interior y se deslizaron hacia abajo en un ascensor escondido.

Evrie, aún confundida, no tenía idea de lo que él planeaba.

—¿A dónde me llevas?— preguntó con voz temblorosa.

—A cruzar la frontera.— respondió él.

¿Qué? ¿Iban a partir justo ahora?

El corazón de Evrie empezó a latir con fuerza y miedo.

Pero Leandro no le dio tiempo de procesar nada, y la condujo a través del pasaje secreto hasta una salida trasera del hotel.

Ya había un vehículo todoterreno modificado esperando.

Leandro prácticamente la empujó para dentro, cerró la puerta y ordenó con voz grave:

—Al puerto.—

El vehículo arrancó como si volara.

Sentada en el asiento trasero, Evrie miró a través de la ventanilla tintada y pudo ver a varias personas vestidas de negro que parecían guardaespaldas rodeando el hotel.

Algo estaba pasando.

y

se movía entre ellas, y en un instante, el corazón de Evrie comenzó

echar

pero el coche iba

mirando fijamente esa silueta que se hacía cada

Intentó bajar la ventana.

repente, la fría boca de una pistola

reconociste, verdad?— preguntó Leandro con frialdad. —Evrie, debes saber que te llevaré conmigo sí o sí. O

quedó rígida, no se

saliva y trató

contigo. No me apuntes con el arma, me asustas.— dijo con voz

seca,

más mínimo.— dijo él, medio en broma. —Pensé que eras una chica obediente y sensata, que seguirías las reglas como Pablo,

papá?— preguntó Evrie,

compartimos un pasado significativo.— dijo

—¿Qué tipo de pasado?—

a África te lo contaré

¿Qué secretos compartían?

¡Qué coincidencia!

nada más, Evrie se recostó en la ventana en silencio, acompañándolos

sacudiéndose por el camino, con el paisaje pasando rápidamente

línea del horizonte marino, intuyendo que se dirigían al puerto para tomar un barco

más de una hora, el vehículo se detuvo

se podía ver un enorme buque de

del brazo y

—Zarpamos ahora.— ordenó.

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