Capítulo 400

Ella se veía delgada, sus ojos estaban secos y sin brillo, su figura era sombría y llena de aire maligno.

Había sido una vez la hija radiante y hermosa del subdirector del hospital.

Ahora, parecía una rata de alcantarilla, un espíritu errante en la oscuridad, tan avergonzada que no soportaba la luz del

día.

Incluso en la ceremonia de boda de Farel, no tenía derecho a entrar.

Sólo podía espiarlos secretamente desde la habitación de un hotel al otro lado del río.

-Señorita Margarita, es hora de su inyección. –

Alguien entró por la puerta con una tarjeta y llevaba un botiquín.

Margarita volvió en sí, retiró la mirada y se sentó hábilmente en el sofá.

La joven doctora abrió su maletín médico, donde estaban ordenadamente colocadas varias jeringas finas y varios viales de líquido transparente.

Eran tranquilizantes especiales.

Ella preparó la medicina con calma, llenó la jeringa, y expulsó el aire.

Margarita se remangó su ropa.

En su delgado brazo, había incontables marcas de agujas.

La doctora encontró un lugar limpio, le inyectó hábilmente la medicina con movimientos fluidos.

Margarita cerró los ojos, como si no sintiera nada, ya ni siquiera sentía dolor.

Durante estos meses, había sufrido así.

Estaba desfigurada, atormentada por pesadillas, enfermedades… todo la torturaba.

que la Familia Da Silva cayera, que Olivia

finalmente iba a vengarse, que finalmente

vio que Evrie y Farel

como si fuera lo más natural

y un

esas heridas

pasado debería haberle sucedido a

destrozada, desfigurada, muriendo

baño de amor y su

¿Por qué?

de la inyección, la doctora guardó la jeringa, cerró el maletín y se

apoderó de su conciencia, y era hora de dormir de

la hora de ser

hilo de cordura, sacó

-Acepto tus condiciones.

que Evrie termine como yo, arruinada y deshonrada por toda su vida.

se profundizaba

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Capítulo 400

se iban poco a

día de la boda, el novio debía llevar a la novia

Familia Haro, específicamente la habitación

de novia y con una

que la habitación nupcial estaba en la

en la cabeza, estaba

venía con los

apoyando su barbilla en su

terminaste de contar el dinero? –

adoloridos y le dijo con amargura: -Aún queda la mitad. –

eran muy generosos, cada uno había dado un grueso fajo

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